“Empecé desde muy pequeño. Un
amigo y yo acudíamos al estadio a
ver al Tenerife y guardábamos las
entradas. Cuando nos dimos cuenta,
teníamos un buen número. Además,
conocíamos por segundas personas
a un árbitro de fútbol que viajaba a la
Península y siempre nos conseguía
más entradas. Comenzó siendo un
juego de niños y mira…”, comentó
Herrera.