Fundació 17 Enero de 2021 | Page 11

décadas . Y quizás lo más duro para los refugiados no era la falta de alimentos , de higiene , de atención médica -ya estaban acostumbrados a ello- . Lo peor fue la humillación . Lo peor fue organizar manifestaciones pidiendo libertad , pidiendo ser trasladados a otros países de Europa , y comprobar , con el paso de los días , que los meterían en otro campo peor que el de Moria .
En el aparcamiento de uno de los supermercados donde acamparon los refugiados después del fuego conocí a Esmat Ali Heidary y Sedique Babaei , una pareja afgana con tres hijos . “ En Afganistán hay guerra . No venimos por la comida . En Afganistán hay comida , venimos por la educación de nuestros niños , queremos que estudien y que no sean como nosotros , que nos cuesta leer y escribir ”, dice Sedique , que lleva en brazos uno de sus hijos , con una sudadera de Toy Story . Justo en este momento , una de sus hijas se asoma sobre mi libreta y mira cómo escribo . “ Nadie puede aguantar esto ”, dice Esmat , la madre . Estás aquí y no puedes salir . “ Hoy han dicho que construirán un nuevo campo cerrado ”, continúa él . Después de ver cómo crema Moria , no queremos entrar en otro campo .