FORMAT+V Julio 2014 | Page 12

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LA EDAD DE ORO

Por Patricio Durán

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Víctor (Ezequiel Rodríguez) necesita deshacerse de sus discos para desarrollar

un proyecto comercial junto a su socio Horacio (Walter Jakob), viejo amigo y compañero de aventuras musicales que se toma el cambio de época de una manera mucho más serena: “regaló” sus discos y ahora presume de tener toda su colección y más en un pequeño reproductor de mp3: “no ocupa lugar y no junta polvo”, se justifica el personaje. Para Víctor la cosa no es tan simple, el valor afectivo hacia los objetos lo detiene.

Se genera entre los personajes de Víctor y Julián, el experto coleccionista y el novato, una relación especial: la admiración del recién llegado hacia el que ya transitó ese camino, la envidia del otro lado hacia el joven que está por recorrer aquel camino. Y lo que desata todo esto es la admiración de ambos hacia Peter Hammill. Los discos importados de Van Der Graaf Generator y Hammill solista se convierten en el tesoro que uno quiere comprar y el otro se resiste a vender.

A lo largo de toda la obra se repiten las situaciones desopilantes entre fanáticos de música en general y Hammill en particular: “¿Pawn Hearts o Still Life?” increpa Horacio a Julián; “¡Peter Hammill inventó el punk con Nadir’s Big Chance en 1975!”, exclaman a la par Víctor y Guillermina (novia de Julián, interpretada por Denise Groesman); “¡El pibe no tiene por qué pagar el valor sentimental de tus discos!”, le dice Horacio a Víctor, conmovido por el fanatismo del joven. Los clichés de los coleccionistas están a la orden del día, nombrar los discos en castellano pertenece a la época en que la industria argentina intervenía el arte del disco para traducir al español: “De Genesis El cordero… y Vendiendo Inglaterra…” le indica Víctor a Guillermina, mientras adivina cuáles son los discos que la joven heredó del padre. Todo esto se sostiene con las geniales actuaciones de los cuatro protagonistas y la música de Hammill haciendo de soundtrack.

La temática de la obra es clara: el conflicto que representa desprenderse de una colección de vinilos. La melomanía devenida fetichismo y la necesidad de vender los preciados objetos para seguir adelante. La tremenda dificultad que esto implica pero la esperanza de que haber transitado ese camino nos enseñó algo importante.

Todos los sábados a la noche en el complejo teatral ELKAFKA (Lambaré 866, Almagro) se presenta la obra La edad de oro dirigida por Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu en la que el disco de vinilo se vuelve el principal protagonista de la historia.

Peter Hammill nos canta al final de “Childlike faith in childhood’s end” que:

Y aunque el camino es oscuro

Y la distancia hasta la cima me rompe el corazón

Porque nunca voy a verla, todavía hago mi parte

Creyendo que lo que nos espera

Es el cosmos comparado con el polvo del pasado…

Si bien el cerebro de Van Der Graaf Generator se refiere a algo mucho más grande, un propósito que trasciende esta vida mundana, sus palabras bien pueden aplicarse a la evolución que debe afrontar el protagonista de La edad de oro, veamos…

La obra transcurre en la ciudad de Mar del Plata en el año 2004. Todo comienza con un incipiente coleccionista de vinilos (Julián, encarnado por Pablo Sigal) que, a través de una publicación de internet (del sitio ficticio “mercadosimple”), accede a una colección privada. La escena nos es familiar, al menos para aquellos que atesoramos música: me llevo este, te seño estos, reviso qué tenés, no pensaba gastar tanto, si me hacés un precio, etc. Estas situaciones de compra-venta –por las que todos pasamos, en mayor o menor medida- aparecen en algunos casos exageradas, en otros tristemente realistas.