Fluir nº 5 - junho 2020 - | Page 22

22 cualquier cosa...” “Ud. sabe, Caeiro”, dijo F[ernando], reflexionando: “ud. está elaborando una filosofía más o menos contraria a lo que ud. piensa y siente. Ud. está haciendo una especie de kantismo suyo – creando una piedra-noúmeno, una piedra-en-sí. Voy a explicar, voy a explicar...” Y pasó a explicar la tesis kantiana y cómo lo que Caeiro dijera se conformaba más o menos con ella. Después indicó la diferencia; o lo que, a su manera de ver, sería la diferencia: “Para Kant esos atributos – peso, tamaño (no realidad) – son conceptos impuestos a la piedra-en-sí por nuestros sentidos, o, mejor dicho, por el hecho de que observamos. Ud. parece indicar que esos conceptos son tan cosas como la propia piedra-en-sí. Ahora bien, esto es lo que vuelve su teoría difícil de comprender, mientras que la de Kant, verdadera o falsa, es perfectamente comprensible.” Mi maestro Caeiro oyó esto con la mayor atención. Una y otra vez guiñó los ojos, como si tuviera sueño, para sacudirse las ideas. Y, después de pensar un rato, respondió: “Yo no tengo teorías. Yo no tengo filosofía. Yo veo, pero no sé nada. Llamo a una piedra una piedra, para distinguirla de una flor o de un árbol; en fin, de todo lo que no sea piedra. Ahora bien, cada piedra es diferente de otra piedra, pero no por no ser piedra, sino por tener otro tamaño y otro peso y otra forma y otro color. Y también por ser otra cosa. Llamo a una piedra y a otra piedra (a ambas) piedras, porque son parecidas una con la otra en esas cosas que nos hacen llamar piedra a una piedra. Pero en verdad nosotros deberíamos darle a cada piedra un nombre diferente y propio, como se hace con los hombres; esto no se hace porque sería imposible encontrar tantas palabras, pero no porque sea un error...” F[ernando] P[essoa] lo interrumpió: “Dígame una cosa, para aclarar todo esto: ¿ud. admite una 'piedredad', por decirlo así, al igual que admite un tamaño y un peso? Así como ud. dice “esta piedra es más grande – es decir, tiene más tamaño – que aquélla, o “esta piedra tiene más peso que aquélla”, ¿diría ud. también “esta piedra es más piedra que aquélla”? o, en otras palabras, “esta piedra tiene más 'piedredad' que aquélla?” “Sí, señor” respondió de inmediato mi maestro. “Estoy preparado para decir, “esta piedra es más piedra que aquélla”. Y estoy dispuesto a decir esto si ella fuera más grande que la otra, o tuviera más peso, porque el tamaño y el peso son necesarios a una piedra para que sea piedra... o, sobre todo, si ella tuviera enteramente más que otra todos los atributos, como ud. los llama, que una piedra debe tener para que sea piedra”. “Y cómo llama ud. a una piedra que ve en un sueño?” y F[ernando] sonrió. “La llamo un sueño”, dijo mi maestro Caeiro. “La llamo un sueño de una piedra”. “Comprendo” y F[ernando] asintió. “Ud. – como se diría filosóficamente – no distingue la