Fluir nº 5 - junho 2020 - | Page 20

20 [Trad. para espanhol] Una de las conversaciones más interesantes en que participó mi maestro Caeiro fue aquella, en Lisboa, en la que estábamos todos los del grupo y en la que por un azar del diálogo se discutió el concepto de Realidad. Si no me equivoco, al recordar, esa parte de la conversación comenzó por una observación marginal de F[ernando] P[essoa] a algo que se había dicho. La observación fue la siguiente: “En el concepto de Ser no caben partes ni gradaciones; una cosa es o no es”. “No sé si será exactamente así”, objeté yo. “Hay que analizar ese concepto de ser. Me parece que éste corresponde a una superstición metafísica, al menos hasta cierto punto...” “Pero el concepto de Ser ni siquiera es susceptible de análisis”, respondió F[ernando] P[essoa]. “Su indivisibilidad comienza ahí.” “El concepto no lo será”, repliqué, “pero su valor sí lo es.” F[ernando] respondió: “Pero ¿cuál es el 'valor' de un concepto independientemente del propio concepto? Un concepto, es decir, una idea abstracta no es susceptible de más ni menos, y, por lo tanto, no es susceptible de valor, que es siempre una cuestión de más o menos. Puede existir valor en el uso o en la aplicación; pero ese valor es del uso o de la aplicación y no del concepto en sí mismo”. En este punto interrumpió mi maestro Caeiro, que estuvo oyendo en gran medida con los ojos esta discusión remota. “Donde no puede haber más ni menos no hay nada.” “¿Cómo fue? ¿por qué?” preguntó F[ernando]. “Porque todo lo que es real puede ser más o menos, y salvo lo que es real nada puede existir.” “Dé un ejemplo, Caeiro”, le dije. “La lluvia”, respondió mi maestro. “La lluvia es una cosa real. Por eso puede llover más y puede llover menos. Si ud. me dijera: 'esta lluvia no puede ser más y no puede ser menos', respondería yo, 'entonces esa lluvia no existe'. Salvo, claro está, que ud. quiera decir la lluvia tal y como es en ese momento: esa es realmente la que es, y si fuera más o menos, sería otra. Pero yo quiero decir otra cosa...” “Está bien, comprendí perfectamente”, lo interrumpí. Antes de que yo prosiguiera, para decir ya no sé qué, F[ernando] P[essoa] se dirigió hacia Caeiro: “Dígame ud. una cosa” (y apuntó con el cigarrillo): “¿cómo considera ud. un sueño? ¿Un sueño es real o no?” “Considero un sueño como considero una sombra”, respondió Caeiro inesperadamente, con su acostumbrada prontitud divina. “Una sombra es real, pero es menos real que una piedra. Un sueño es real – si no, no sería un sueño – pero es menos real que una cosa. Ser real es ser así”. F[ernando] P[essoa] tiene la ventaja de vivir más en las ideas que en sí mismo.