Fanzine VL Vol 09 | Page 7

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EN OJOS DE:

CHEMA ARREOLA

Hoy es miércoles 14 de marzo de 2018. El domingo 18 estaré de nuevo sobre el escenario del Vive Latino, en mi posición de baterista, con San Pascualito Rey, una banda que siempre me gustó y que ahora me alegra al invitarme a darle pulso a sus canciones. Me importa decir que regreso. Regreso a un festival del que conozco sus entrañas, sus nervios, su gente. Llegué en 2008 con la intención de colaborar en su área digital y encargarme de los contenidos de www.vivelatino.com.mx.

No soy digital. Lo mío es la acción, el escenario, el micrófono. Así que pronto me acerqué a la dirección de esta fiesta maravillosa (gracias Jordi Puig, Andrés Sánchez, Lourdes Skipsy e Itzel González) para comenzar a proponer algunas ideas que afortunadamente encontraron eco: la Carpa Intolerante, el escenario Rock & Libros y una serie de contenidos –el Palomazo Pata Negra y sus 250 capítulos; las sesiones especiales, entrevistas, activaciones y más- que me permitieron comprender mejor cómo funciona la industria de los conciertos masivos, con el acento, desde luego, en el Vive Latino.

Pero digo que vuelvo. Vuelvo al Foro Sol, a ese monstruo de emociones desbordadas en el que he vivido algunos de los momentos más intensos de mi vida profesional: pisé su escenario con La Barranca. Con Alonso Arreola –mi hermano- y su quinteto; con Fractales, el proyecto de Alejandro Otaola. Con Alfonso André y su grupo. Con Fernando Rivera Calderón y Monocordio. Con muchos compañeros músicos en el homenaje que organicé cuando Cerati permanecía en su sueño estéreo; con Arreola + Carballo. En fin, la lista es larga y recordarla activa mis nervios pues siempre hay algo especial con el Vive Latino y su ambiente de tensión sabrosa, una sensación que no se vive en ningún otro festival. Sí, este encuentro tiene su magia, su épica, su personalidad.

Me recuerdo en alguna de las transmisiones en vivo para la página al lado de Sabo Romo y Mariana H; también, me veo correr al lado de Gerry Rosado, de un lado a otro, con la intención de solucionar algo que se nos salió del guion. Veo muchos años apilados en medio de bandas de rock en español, ese ruido moderno y singular al que muchos le señalan sus pecados a la menor provocación. Pero, insisto, toca regresar y ya se siente la llegada del domingo como se siente el mar desde la ansiedad del coche. ¿Por qué son tan especiales estos días del año?

Es la fiesta del público y sus músicos. Es el momento en que los necios nos encontramos en los pasillos, en camerinos, en el mítico backstage. Es un espacio internacional, lleno de palabras dichas en acentos diversos aunque siempre en Ñ y, en algunos casos, en inglés. Se trata de un par de días en los que el mundo se detiene y atrás de una cortina invisible muchos personajes con radios, celulares, cables raros, uniformes, herramientas; caras aturdidas, cansadas, felices, en furia y en paz, recorren el reloj con el mismo fin: que la fiesta suceda. Yo los vi. Nadie me lo cuenta. Este festival es exitoso porque tiene un corazón enorme: el de quienes lo organizan y se parten la madre para que todos vivamos el momento de la sensación verdadera, es decir, cuando la música nos atraviesa y abre nuestra lengua. Nuestros cuerpos.

El domingo me espera. Vuelvo agradecido y con las baquetas mordiendo mis manos.

"Vuelvo al Foro Sol, a ese monstruo de emociones desbordadas en el que he vivido algunos de los momentos más intensos de mi vida profesional"