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En los ojos de:
ricardo bravo
En Los ojos de:
Ricardo Bravo
FESTIVAL VIVE LATINO 2018: UN PASO EN LA DIRECCIÓN CORRECTA
Al joven rocanrolero que a mediados de los años 60 -empapado de la fiebre de una música que le había dado su propia identidad- nunca le pasó por la cabeza mientras bailaba “Vuelve primavera” con refresco en mano en un café cantante de la colonia Del Valle, con la euforia de quien se ha liberado de un yugo de décadas, que un festival como Vive Latino fuera posible.
Al chavo rockero que -pasada la mitad de los años 70- asistía a una tocada de Three Souls In My Mind en algún terreno baldío de Iztapalapa, le parecería imposible que volviera a suceder algo como lo que ocurrió en el Festival Rock & Ruedas de Avándaro, cuando 150 mil jóvenes parecían proclamar el inicio de una nueva era para el rock mexicano, y lo único que comenzó fue una época de persecución contra todo lo que oliera a rock.
El muchacho que –a mediados de los años 80- vivía en Rockotitlán la resurrección del rock nacional (género que había vuelto a conquistar la geografía principal de la urbe), sí comenzó a imaginar un grandioso festival de rock en español, aunque todavía parecía un sueño lejano.
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Sin embargo, fue justo antes de que finalizaran los años 90 (esa década en la que se terminó de consolidar todo lo que hoy le da sustento al rock en México) cuando finalmente cobró vida esa idea en la forma del Festival Vive Latino. Un espacio creado principalmente para el rock en nuestro idioma que, en su afán de adaptarse a los tiempos, redefiniría su concepto a "música alternativa", sobreviviendo admirablemente durante 18 ediciones con gran éxito, algo por demás complicado.
Luego de que en las últimas versiones estuviera envuelto en una polémica en torno a la incorporación de algunos exponentes de otros géneros que, incluso, hace décadas eran la antítesis del rock, la ya muy próxima edición del evento, la número 19, nos pone frente a un cartel sustentando completamente en la escena alternativa; nutriéndose de exponentes, consagrados o ascendentes que representan una parte importante de lo que es el rock, derivados y conexos, no sólo de México, sino, como lo ha hecho desde su fundación, de todo el mundo de habla hispana, aderezado, como también es tradición, con algunos exponentes musicales de otros confines geográficos.
Esta decisión es un paso correcto en pos de volver a la esencia que dio origen a este evento y la historia que lo precedió. No sé si algún día volveremos a ver nuevamente a la "Nación Vive Latino" bajando del escenario a algunas estrellitas pop con afanes alternativos, pero lo cierto es que es una medida que refrenda la identidad de un evento -vital para la música alternativa y su multitud de actores- que, más allá del simple divertimento, es un reflejo de una forma de pensar y de sentir de un público mayoritariamente joven, física o mentalmente, que se entretiene pero también se preocupa de situaciones de gran trascendencia para el país, como las que vamos a vivir este 2018.
Estoy seguro que aquel joven de los 60, el chavo de los 70 o el muchacho de los años 80, se sentirían felices y completamente identificados si tuvieran la oportunidad de estar en esta edición 2018 del Festival Vive Latino.