Falmed Falmed Educa - Año 03 - Nº6 | Page 20

20 OPINIÓN FalmedEduca Lectura mobile Relación médico-paciente Dr. Hernán Sudy Pinto Vicepresidente del Consejo Regional Arica. Contemplada desde fuera, la relación entre el médico y el enfermo adopta en el mundo actual formas muy distintas, como el consultorio privado, la sala del hospital, el consultorio público de una institución asistencial socializada, el campo de batalla, y tantas más. El enfermo por otra parte, puede haber elegido libremente el médico o ser atendido por el que le haya asignado la organización política, administrativa o laboral a que pertenece. Por debajo de tales diferencias, ¿posee aquella relación un fundamento común? Yo creo que sí, puesto que ya sea personalista o socialista el modo de entenderla, hállese regida por el libre contrato entre dos personas o por las ordenanzas de una organización asistencial, la vinculación entre el médico y el paciente tiene como fundamento, cuando es correcta, la amistad entre ellos, más precisamente un modo de amistad, “la amistad médica”, en el cual uno de los amigos, el médico pone su voluntad de ayuda técnica, y el otro, el enfermo, su confianza en la medicina y en el médico que le atiende. Mas esta relación entre el médico y el enfermo es un proceso simple y a la vez complejo. Simple porque lo que quiere el enfermo es recuperar la salud y el médico hacer efectiva su vocación terapéutica; pero es a la vez complejo porque esta relación tiene componentes de conocimiento, afectivos, operativos y éticos. Lo primero que ocurre en este encuentro es que ambos, médico y enfermo se miran entre sí, lo que es en su esencia un conato de objetivación recíproca, una pugna entre dos libertades en la cual cada una trata de convertir a la otra en puro objeto de observación. La mirada del enfermo se hace entonces exigente, objetivante y hasta retadora, pero no siempre es así. Cuando el enfermo confía en el médico, suele acercarse a él con una mirada de petición, viendo en él una realidad capaz de ayuda y de esperanza. Por su parte, la mirada del buen médico suele expresar tres intenciones: una envolvente, que procura un ámbito de refugio a la existencia menesterosa del paciente, que debe ser sentida por éste como una mirada-regazo. La segunda intención es inquisitiva, dirigida tanto al conjunto y a los detalles del cuerpo del enfermo, a través de los signos expresivos de éste, tanto como al interior de su alma, al mundo invisible de sus pensamientos y sus intenciones conscientes e inconscientes. La tercera es de carácter objetivante, percibiendo la realidad objetiva del enfermo y dando algo a la persona que tiene al frente, un mirar que no sea sólo la inspección semiológica y que tenga en