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Por tal oriente un ciego recitó los versos
Pero no eran suyos sino del común
Eran cantos al valor inmediato y a la astuta espera
Cantos del regreso y la humana finitud
En este asentamiento entre montañas
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Abierto y que cae al mar como una lengua de lava
Y el cálido viento del interior que pica las olas no se los lleva
Porque están en la memoria
Dicen poco en esta misma bahía las aguas y los barros
El islote y el istmo artificial del nada profundo mar
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Desde donde el pluralista partió para enseñar en la metrópoli
Pero lo siguiente no fue un colofón (¿alguien oyó un relincho?)
Fue una jornada que se dilató hacia el sur como derretida
Sin apenas qué beber
Guiados por dos lugareños subimos al altar de la antiquísima diosa
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Aquí nació quien se mofó del antropomorfismo de los dioses
Vimos claro más abajo y también en la costa tuvimos noción
Al pie de los meridionales muros
Y supimos que en los valles vecinos
Los propios ríos (con o sin meandros) desplazaron al mar
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Impidiendo el natural drenaje
Había dioses sí
Donde los niños jugaban a las tabas
Donde ahora conviven tortugas y ranas y ocas y rojas libélulas
A la sombra de eucaliptos y una higuera