de 1932, si bien no pudo entrar en Vitoria. Fijó su residencia en
Bujedo. No era una señal de buen agüero el que coincidieran en
sus intereses el Gobierno Republicano y la represión eclesiástica
de los sucesos de Ezkioga. Lo que hacía falta en Ezkioga
era diferenciar cada una de las realidades imbricadas en las
apariciones: las visiones auténticas, de sus desviaciones, y no
proceder a una decisión unilateral de simple condenación de las
desviaciones, dando a entender que todo lo de Ezkioga era una
mezcla de fantasías y falsas visiones. No entraba en el cálculo de
las autoridades eclesiásticas que las consignas antirrepublicanas
de los falsos visionarios tomarían cuerpo en una propaganda
abierta y directa de sus ideas políticas basadas en las apariciones
de Ezkioga, y que aquel mismo año 1932 surgiría una primera
intentona militar de derrocar a la República, en la famosa
«sanjurjada» del 10 de agosto. No obstante el volumen nacional que
los hechos habían alcanzado, Echeguren se empeñó en mantener
a Ezkioga en un ámbito enter amente intradiocesano, sin informar
de nada ni siquiera a la Nunciatura, y mucho menos a Roma.
4-La información a la Nunciatura
La desautorización de la Comisión había sido una primera
postura de no-intervención. Con los decretos condenatorios la
Diócesis avanzó más decididamente por el camino del rechazo
radical de Ezkioga.
Fue llamativa la tardanza del Vicario General en informar a
Roma y a la Nunciatura. Habían pasado ya 15 meses desde la
aparición primera. Habían sucedido acontecimientos como las
masivas peregrinaciones a Ezkioga de julio de 1931, la falsa
estigmatización de Ramona, la publicación de 4 documentos
diocesanos sobre Ezkioga, cuando el asesor de la Nunciatura,
el vasco García Goldáraz, escribió al Vicario General de Vitoria,
el 2 de octubre, pidiendo información sobre Ezkioga 47. La
47
PE, Doc. 7.
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