Evangelista N°04 pdf | Page 6

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"POR AMOR DE LOS ESCOGIDOS"

5 Minutos de mensajes bíblicos que puedes recibir en tu whatsapp* para tu edificación espiritual con predicaciones del Pr Juan Avellaneda.

LA BUENA SEMILLA

Dios nuestro Salvador… quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. 1 Timoteo 2:3-4

(Jesús dijo a su Padre:) Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Juan 17:17

La única verdad.

«Tengo mi propia verdad, mi opinión… válidas como la de cualquier otro». Si fuese suficiente ser sincero y estar convencido para estar en la verdad, podríamos decir perfectamente: «A cada uno su verdad. ¿Por qué unos tendrían razón y otros estarían equivocados?». Pero si recibimos lo que nos es revelado por Dios, sometemos toda opinión a su Palabra.

¿A cada uno su verdad? No, nuestra vida tiene un sentido, y hay una verdad a la que debemos asirnos, una verdad que nos supera, que viene de Dios. ¿No la ha percibido aún? Quizás la agitación reinante o nuestros propios razonamientos impiden tomar conciencia de ella.

Lo que necesita el hombre del siglo 21 es detenerse para escuchar la voz de Dios. ¿Qué puede asegurar al hombre el verdadero conocimiento y la libertad de la mente? Ni la liberación de las pasiones, ni siquiera el

intento de evasión espiritual que ofrecen las filosofías basadas en la meditación.

El hombre no necesita una nueva experiencia que le dé una dimensión superior, pues ya la posee: fue creado para vivir en relación con Dios mismo. Al mirar a Dios recibe la verdadera luz que alumbra a todo hombre.

Esta luz, por un lado nos condena, porque nos hace ver nuestro estado de pecadores, pero por otro lado hace brillar sobre nosotros la gracia y la misericordia divinas. Jesús, el Hijo de Dios, vino a la tierra para dárnosla

a conocer. Él mismo dijo a su Padre: “Tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Ella no ha cambiado. “Permanece para siempre” (1 Pedro 1:25).

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En una congregación al sur de Londres, un domingo, al final del culto, un cristiano se levantó y preguntó si podía contar su conversión: «Yo vivía en Sídney, Australia. Hace algunos meses, mientras visitaba a unos primos, caminaba por la calle George cuando de repente un hombre de pequeña estatura con cabello blanco salió de una tienda y me dio un tratado, diciéndome: ‘Perdone, señor, ¿es usted salvo? Si muere esta tarde, ¿irá al cielo?’. Esta pregunta me inquietó, y gracias a la ayuda de un amigo creyente, conocí a Cristo».

Durante los meses siguientes un creyente de aquella congregación londinense tuvo la oportunidad de ir a varios lugares del mundo. Para su mayor sorpresa escuchó testimonios de personas muy diferentes que fueron llevadas a Cristo en el mismo lugar: en Sídney; y del mismo modo: un hombre de pequeña estatura y cabello blanco que siempre decía lo mismo: «Perdone, señor, ¿es usted salvo? Si muere esta tarde, ¿irá al cielo?». Algunos habían tenido este encuentro recientemente, y otros hacía varios años. Después de esto ese creyente se fue a Sídney. Preguntó a un creyente de la iglesia local si conocía a un hombre mayor con cabello blanco que distribuía tratados en la calle George. El hombre respondió: «Sí, lo conozco; es el señor Jenner, pero ahora es muy anciano y ya no puede hacerlo».

Los dos hombres llamaron a la puerta de un

pequeño apartamento. Un hombre frágil les abrió. El visitante londinense le contó los testimonios de conversiones que había oído a lo largo de sus viajes. El anciano se echó

a llorar y les contó su historia: «Trabajaba en un barco de guerra australiano y llevaba una vida depravada. En un momento de crisis me sumergí en la miseria; uno de mis compañeros, a quien le había hecho la vida

imposible, me ayudó. Me llevó a Jesús y mi vida cambió totalmente de un día a otro.

Estaba tan agradecido a Dios que le prometí hablar de Jesús mediante un sencillo testimonio al menos a diez personas por día. Dios me dio la fuerza para hacerlo durante más de cuarenta años. Cuando me jubilé, pensé que el mejor lugar para presentar el Evangelio era la calle George, por donde pasaban cientos de personas cada día. Muchos rechazaron mis tratados, pero otros los aceptaron amablemente. Y ¿sabe?, después de haber pasado cuarenta años hablando del amor de Jesús, no he sabido, hasta hoy, si alguien había conocido a Jesús por este medio».

Cristianos, este testimonio debería animarnos a hablar en nuestro entorno de la gran salvación que Dios ofrece a todo hombre mediante Jesucristo. Dios vela sobre su Palabra, y quiere que la difundamos sin escatimar nuestros esfuerzos: “Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás” (Eclesiastés 11:1).

LA BUENA SEMILLA.

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EL HOMBRE DE LA CALLE GEORGE.