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TRATADOS
¿QUÉ DEBO HACER PARA SER SALVO?
Esta es una pregunta muy importante, que todos debemos examinar. El ser salvo se relaciona al destino eterno del alma-la vida eterna. Para obtener esta salvación es necesario nacer de nuevo. Si usted no es cristiano, si no ha nacido de nuevo, Jesús hoy le dice: "Os es necesario nacer de nuevo" (Juan 3:7).
¿Qué significa "nacer de nuevo"?
Significa renacer-tener un nuevo nacimiento espiritual-ser hecho nuevo "para que sean borrados vuestros pecados" (Hechos 3:19). Para entenderlo más fácil se puede decir que significa ser convertido a una vida nueva y a un carácter cambiado.
¿Quiénes necesitan este nacimiento nuevo?
Cada hombre o mujer, y cada muchacho o muchacha que ha alcanzado los años en que tiene la obligación de dar cuenta por sí mismo lo necesita. Todos necesitamos este nacimiento espiritual. En el capítulo 53 de Isaías el profeta, inspirado por el Espíritu Santo, declara el sufrimiento de nuestro Señor Jesús por los pecados de la humanidad. Esto mismo anunció algunos siglos antes de efectuarse. En el versículo seis dice: "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino." Cuando Jesús habló con Nicodemo, un maestro en Israel, le dijo claramente: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios" (Juan 3:3). También le explicó que esto significaba un nacimiento espiritual. Esto se recibe por medio del Espíritu Santo.
Jesús invita: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mateo 11:28-30).
Toda persona que se encuentra cansada y agobiada por sus pecados es invitada a dejarlos al pie de la cruz de Jesús, y así puede recibir ahora la reconciliación (Romanos 5:11). Jesús sufrió, derramó su sangre, y murió en la cruz, y así llego a ser "la propiciación [Jesús mismo dio su vida en sacrificio] por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo" (1 Juan 2:2). Tenemos que sentirnos culpables por nuestros pecados-y también creer que Jesús sufrió el castigo en nuestro lugar. "El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia" (Proverbios 28:13).
No importa cuanto haya pecado usted, todavía hay esperanza. "Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta; si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (Isaías 1:18). Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero [Jesucristo]" (Apocalipsis 7:14).
La Biblia nos enseña que todos los hombres han pecado y de por sí nunca alcanzarán la gloria de Dios (Romanos 3:23). Sin embargo, el hombre que se encuentra en esta situación no está sin esperanza, porque Dios manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan (Hechos 17:30). "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). Esto significa que en donde hemos hecho daño a otra persona, debemos confesarlo, reconocer nuestro pecado y también restituir al que hemos agraviado en cuanto podamos.
En Lucas, capítulo 19 leemos cómo Zaqueo devolvió cuadruplicado a todos aquellos lo que les había defraudado. Cuando venimos al Señor Jesús con todo el corazón, con toda nuestra alma, nuestra mente y nuestra fuerza, entonces es cuando nos arrepentimos. Reconocemos que el arrepentimiento, la confesión y el devolver donde hemos defraudado es una parte importante en nuestra vida cambiada, en nuestro nacimiento espiritual. Ninguna persona podrá tomar el lugar de Cristo al confesar nuestros pecados, pero sin duda es necesario seguir las instrucciones que leemos en Santiago 5:16 "Confesaos vuestras ofensas unos a otros...para que seáis sanados."
También leemos, "que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo" (Romanos 10:9). El creer y el actuar-la fe y las obras-van de acuerdo. "He aquí, yo estoy a la puerta [la puerta del corazón], y llamo: si alguno oye mi voz y abre la puerta [nos es necesario responderle y abrirle la puerta de nuestro corazón), entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo [tendremos grata comunión)" (Apocalipsis 3:20). ¡Qué condición tan gloriosa! ¡Tener el perdón de nuestros pecados, y paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 5:1)! ¡Es el principio del cielo aquí en la tierra!
"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17). "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Romanos 8:1). Los deseos de la carne y de los ojos, la vanagloria de la vida (1 Juan 2:15-17), y las obras de la carne mencionadas en Gálatas 5:19-21, no quedan dentro de la esfera de la salvación. Al contrario, el fruto del Espíritu como es mencionado en Gálatas 5:22-26 tiene la "promesa de esta vida presente, y de la venidera" (1 Timoteo 4:8). La vida venidera es la vida que encontraremos en la gloria celestial. En ese lugar habrá felicidad sin comparación. Es necesario que le demos gran urgencia, nuestra atención inmediata a esta pregunta-¿Qué debo hacer?-y sin demorar buscar la respuesta, aunque sea con lágrimas, con tristeza, con sacrificio o con cruel agonía de corazón. Las ricas bendiciones de una vida renovada nos esperan con Cristo Jesús.