// SOBREVIVIR EN TIEMPOS DE GUERRA
RALLYE DE FERROL 2016
La historia del ser humano está plagada de guerras y batallas de todo tipo, pero con algo en común, para los que tenían que ir a luchar, la victoria era volver
a casa de una pieza. Traslademos eso a nuestro campeonato de cabecera y de ese silogismo saldrá nuestro querido Rally de Ferrol.
Lo explico: En Ferrol, lo primero que hay que hacer para conseguir un buen resultado es mantenerse en la carretera. “Como en los demás”, pensaréis. Sí,
pero aquí algo tan obvio se torna harto complicado en ocasiones.
He odiado este rally durante muchos años, pero ahora ya no se si lo quiero o lo aborrezco. Creo que empieza a ganar la partida la atracción al odio. Por un
lado es una pesadez de cruces constantes y sin sentido, barro, pozos y gravillas en unos tramos más bien sosos. Pero por otro, ese intento constante de
sacarte de la pista que tienen sus carreteras supone un desafío que cada año me motiva más, y terminar esos tramos a buen ritmo da una satisfacción y un
subidón que en otros lugares no consigo, al menos de día
Pero a fe de ser justos, este canalla me ha dado más cornadas que ningún otro rally, casi todos los años me voy de la Villa de Don Claudio con algún
pitonazo, tiremos de hemeroteca:
2006: Fermín y yo prao alante en el tramo de Ferreira, buscado la portilla para salir, que la encontramos.
2009: En full attack intentando que el Rey no se me escapara trompo y pitonazo de un árbol, 20 seg. perdidos.
2013: Trompo, tres setos de un pobre señor arrancados y defensa trasera rota (se escaparon 5 gallinas).
2014: Aleta doblada con un árbol en Irixoa y tres minutos y medio enganchado en una cuneta de Ferreira hasta que el público nos sacó.
2015: Trompo con besito al talud y el Adam babándose por la comisura de los labios como recién salido del dentista.
En fin, ya véis el historial, al que podemos sumar grandes momentos de algunos amigos y rivales, como un doble tirabuzón invertido con los extintores
volando que fue capaz de lograr el gran Eloy Entrecanales con nuestro Odri en su interior, o la pirueta entre Miguel Arias y Raúl Iván Álvarez, techo con
techo, más digna de la natación sincronizada que de carreras de autos.
Pero claro, todo este historial lo que hacía era motivarnos a Borja y a mí más que arredrarnos. Además veníamos de un muy buen rally Sierra Morena, lo que,
unido a lo agusto que nos encontramos con nuestro Adam, nos hacía creer que teníamos todas las armas para vencer a este ruin evento.
Con nuestras pilas cargadas a tope comenzamos a dar nuestros primeros capotazos en el shakedown. Y para que quedara claro que no estábamos en un
rally cualquiera… prao alante. Qué raro! Una gravilla mal cogida y el Adam dando saltos por la cuneta, pero una cuneta limpia, que solo tenía hierba, así
que primera excursión ya antes de comenzar pero coche indemne, pintaba bien.
Con la llegada de la tarde comenzaba la carrera, con tiempo cambiante y dudas en la elección de gomas, pero dudas que al final no tuvieron trascendencia
porque todos optamos básicamente por la misma monta. Y la carrera empezó más o menos como yo preveía, un toma y daca con Manuel MoRa Bikes,
aunque con Angel, Blach y los locales algo más lejos de lo que yo imaginaba. Finalizamos el día delante por una miaja, un sinoes, un pumbaydale, un ná.
Todo en el aire para que, el sábado, Monfero y el infame Irixoa dictaran sentencia.
Monfero no nos fue bien, o, mejor dicho, le fue mejor a MMR, que nos ganó las dos pasadas. Así que apostamos todas las fichas del casino a Irixoa. En la
primera pasada, la salida de pista del vecino nos neutralizó, pero no obstante habíamos perdido algunos segundos intentando hacer 360 grados un cruce
de 180, y claro, no sale. Pero aún con la neutralización, algo me empezó a oler mal, parecía que el pedal del miedo no estaba lo recio que debería a partir
de mitad de tramo. La historia estaba clara, pasón de temperatura. El trazado estrecho y lleno de grava del tramo obligaba a ir todo el tiempo sobre el
izquierdo, eso y los 30 km eran demasiado para el líquido. Efectivamente comprobamos como el exceso de calor había provocado una leve fuga en la pinza
derecha que manchaba la llanta. Nada preocupante, no afectaba al comportamiento de los frenos, pero si servía de advertencia: en la segunda pasada
nos íbamos a quedar sin pedal.