Escúchame May 2014 | Page 7

A sí son las últimas preparaciones y el anuncio de las reglas principales. Llega la hora de abrir las puertas. Uno tras otro viene la gente diciendo sus nombres y código postal y se dirige a la mesa para pedir un bocadillo y café. Cada uno se detiene para unos minutos pensando en su bocadillo. Hay dos tipos de pan, más de cinco opciones para rellenarlo y hay galletas. Muchas galletas. Se acaban más rápido de todo. En una media hora la habitación ya está llena de la gente y todo se mezcla: música, gritos, bromas, conversaciones, risas, pero si se congelase el instante todo se quedaría en silencio y solo los ojos lo dirían todo por sí mismas. Sus ojos. Sus ojos siempre están tristes. Los participantes pueden sonreirse, pueden disfrutar de sol, pero el peso de sus preocupaciones no irá a ningún lado y sigue reflejándose en la mirada. Voluntario, usuario, voluntario, voluntario, usuario, tres voluntarios más… No hay mucha diferencia. Todos están ahí por las mismas razones. Drogadicción, alcoholismo, problemas mentales. A decir sinceramente, suene demasiado impasible. Soledad es la única causa para venir ahí. Y la palabra «soledad» no significa solo la soledad física sino la soledad espiritual. Todos están en el comienzo de un camino largo y muy duro, con obstáculos, tentaciones; y a pesar de todos los errores de pasado tienen una oportunidad de cambiarse y de obtener un apoyo en la lucha contra sus puntos flacos. Este apoyo es lo que necesitan ahora más de todo. Y aquí les va a acompañar por todo el camino aunque sea interminable.