A
sí
son
las
últimas
preparaciones y el anuncio
de las reglas principales.
Llega la hora de abrir las
puertas. Uno tras otro viene la
gente diciendo sus nombres y
código postal y se dirige a la
mesa para pedir un bocadillo
y café. Cada uno se detiene
para unos minutos pensando
en su bocadillo. Hay dos tipos
de pan, más de cinco opciones
para rellenarlo y hay galletas.
Muchas galletas. Se acaban
más rápido de todo.
En una media hora la habitación
ya está llena de la gente y todo
se mezcla: música, gritos, bromas, conversaciones, risas, pero
si se congelase el instante todo
se quedaría en silencio y solo los
ojos lo dirían todo por sí mismas.
Sus ojos. Sus ojos siempre están
tristes. Los participantes pueden
sonreirse, pueden disfrutar de
sol, pero el peso de sus preocupaciones no irá a ningún lado y
sigue reflejándose en la mirada.
Voluntario, usuario, voluntario,
voluntario, usuario, tres voluntarios más… No hay mucha diferencia. Todos están ahí por las
mismas razones. Drogadicción,
alcoholismo, problemas mentales. A decir sinceramente, suene demasiado impasible. Soledad es la única causa para venir
ahí. Y la palabra «soledad» no
significa solo la soledad física
sino la soledad espiritual. Todos están en el comienzo de un
camino largo y muy duro, con
obstáculos, tentaciones; y a pesar
de todos los errores de pasado
tienen una oportunidad de cambiarse y de obtener un apoyo en
la lucha contra sus puntos flacos.
Este apoyo es lo que necesitan
ahora más de todo. Y aquí les va
a acompañar por todo el camino
aunque sea interminable.