Epiko Magazine Mayo 2014 | Page 10

www.epikomagazine.com Epiko Estilo de Vida 10 ........................................................................................................................................................................... que ni siquiera sabía leer ni escribir” Hicieron lo imposible por Sea usted el juez “Lo que tu siembras , cosechas” E n el pueblo nadie desconocía el hecho que Doña Paula y su finado esposo don Celestino habían heredado y prosperado una cuantiosa fortuna. Dueños y administradores de una de las dos únicas tiendas del pueblo, vivían solos ya que nunca tuvieron hijos. Sus escasos parientes solo se acercaban para asegurar sus nombres en el testamento del acaudalado matrimonio. Güiso, un muchacho humilde del pueblo, ayudaba al matrimonio en el manejo de la tienda. Limpiaba, mantenía los alrededores, hacia los mandados y cualquier otro menester que el matrimonio se le antojase. No recibía pago por su trabajo. El matrimonio se encariñó tanto con él, que le permitieron vivir en una casita en el patio de la casa grande. Allí vivía y compartía como un miembro más de la familia. A los cinco años de la muerte de su esposo, a doña Paula le sobrevino un derrame cerebral que la puso en condiciones físicas muy difíciles. Güiso atendía a la enferma con la devoción de un hijo. Los parientes de doña Paula nunca vieron con buenos ojos que una anciana sola, enferma y acaudalada estuviera al cuidado de un “oportunista contratar un ama de llaves que se ocupara de todo lo que tenía que ver con los cuidados de la anciana; pero Doña Paula se opuso tan enérgicamente que no insistieron por miedo a perder su favor. A la hora de la muerte de doña Paula, los parientes invadieron la casona de la esquina principal del pueblo. Se rumoraba en el pueblo que esta había dejado su casa y fortuna a su cuidador. La parentela derribó la casita de Güiso. Lo pusieron de patitas en la calle y se propusieron disponer de los bienes de la anciana. Como no pudieron acezar los bienes, decidieron esperar por la lectura del testamento que se realizaría cinco días después del enterramiento según la última voluntad de la anciana. Llegado el momento y después del cumplimiento de los requisitos legales el Testamento fue leído en presencia del albacea, el Lcdo. y las partes interesadas. El acto, que dicho sea de paso duró cinco minutos culminó con la lectura del refrán favorito de los finados: “en esta vida lo que tu siembras, eso mismo cosechas.” Así fue como en el corazón de la gran casona de la esquina, se leyó y adjudicó la última voluntad de doña Paula López y don Ceferino González. Las compungidas caras de la parentela, ensombrecidas por el reflejo del sol crepuscular, emergían escaleras abajo intentando disimular sus frustraciones. Atrás quedaba Güiso, ajeno a los acontecimientos. Con el rostro sereno y la mirada tranquila, intentaba sacarle lustre a la mampostería del comedor. La lucha sigue… Lcdo. Marcos A. Rivera Ortiz Abril - Mayo 2014