sino que dependen tan solo del punto de
vista. Pero ¿y el Norte y Sur?, ¿sucede lo
mismo con ellos?
¡Mirad este otro planisferio! Queda raro,
¿verdad?...
Es el planisferio Mc Arthur, que como se
puede intuir viendo su mapa, era de Aus-
tralia. McArthur era un estudiante australiano de intercambio en Japón. Allí, donde
no tenían unas tutorías tan chulas como
las nuestras para trabajar la empatía y
siendo una sociedad muy clasista, los
compañeros japoneses se reían de él por
vivir en un país que estaba por debajo del
suyo. McArthur, harto de tanta burla, ideó
este mapa que es tan real como el de Mercator.
Tenemos claro lo que es el norte y lo que
es el sur pero, ¿por qué asociamos al norte
el adverbio “arriba” y al sur el de “abajo”?
Nuestro planeta está situado en un universo del que desconocemos los límites. No
podemos precisar qué posición ocupamos
en él y por tanto, nos es imposible saber
qué es lo que realmente está en la parte
superior y qué está en la parte inferior.
anécdota del pobre McArthur, arriba y
abajo no son adverbios inocentes, sino que
están cargados de connotaciones positivas
y negativas respectivamente. Por ejemplo,
en una empresa, cuando nos proponen
ocupar un cargo de mayor responsabilidad,
nos están ascendiendo, ya que los de arriba, son los altos cargos. A los equipos que
quedan últimos en sus ligas,
les hacemos descender,
mientras que si jugamos a la
lotería, soñamos con comprarnos un ático antes que
con un primer piso.
Y si nos fijamos otra vez en
nuestro primer mapa, arriba
tenemos el mundo próspero
y avanzado y abajo, el poco
desarrollado. Es muy aventurado decir que esto es por
causa de la posición que ocupan en nuestra representación del mundo.
Por supuesto, hay muchos otros condicionantes. Pero que justo coincida con nuestra manera de pensar
Si esto fuera así, podríamos darle una lectura positiva: si transformamos nuestra
manera de representar, de interpretar y de
ver nuestro mundo, ¿podríamos sentirnos
más incómodos a la hora de tolerar tantas
desigualdades?, ¿Actuaríamos más enérgicamente por cambiarlo? Dicho de otra
manera, ¿podríamos empezar a cambiar
el mundo imaginándolo de otra manera
en nuestra mente?
Profesor Jones.
Y no es poca cosa lo que nos hace plantearnos: como nos ha demostrado la
ENTREMANOS Nº 4
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