Entre Homínidos y Polímeros 2 2 | Page 4

Los neandertales se extinguieron hace 40.000 años, pero siguen vivos en nuestro genoma. La razón es que, 10.000 años antes de su desaparición, tuvieron unos cuantos contactos sexuales con nuestra especie, los Homo sapiens que justo salíamos de África por entonces. Sus genes no solo son un testigo mudo de aquellos deslices de una noche de verano, sino que siguen activos en el genoma de los europeos, afectando a su altura y su propensión a la esquizofrenia o el lupus. Los asiáticos y los oceánicos llevan otros genes, procedentes de encuentros con otras especies arcaicas, como los denisovanos. Somos nuestro pasado.

Ya había evidencias estadísticas sobre la importancia del ADN neandertal que aún conserva el genoma para la variabilidad humana actual. La presencia o ausencia de estos genes arcaicos se había podido correlacionar con la adaptación a las altas montañas del Tíbet y con la predisposición a la depresión patológica. Pero las correlaciones estadísticas nunca llegan al fondo de la cuestión: el cómo. La investigación actual ha accedido a esa caja negra. Y demuestra que los genes neandertales afectan a rasgos esenciales para nuestra adaptación. Somos una especie variable, y el ADN arcaico contribuye a ello.

“Incluso 50.000 años después del último apareamiento entre neandertales y humanos modernos, aún podemos ver impactos mensurables en la expresión de los genes”, explica el jefe del estudio, Joshua Akey, de la Universidad de Washington en Seattle. “Y esas variaciones de la expresión génica afectan a la variación fenotípica humana y a la propensión a las enfermedades”. Akey y sus colegas de Washington presentan el trabajo en Cell.

Los neandertales siguen vivos en nuestro genoma