Enroque San Luis Revista Digital de Ajedrez - 7º Edición | Page 29
y que tenemos una opinión muy docente de
lo que se puede obtener de ella; que miramos
con tanto afán el lucro que puede darnos el
saber; que despreciamos tanto la poesía, el
arte y la ciencia grandes y desinteresados, que
florecen fuera de las aulas los despachos; que
nos rodea un medio tradicional tan apegado
a los títulos y a las investiduras, que aún los
talentos auténticos concluyen por marearse y
convertirse en instrumentos de hacer fortuna,
acumular puestos y diplomas o enhestarse de
respetabilidad fiscal.
Nuestros ajedrecistas: he ahí los representantes
del alma argentina vivaz profunda, empeñosa,
corajuda, atraída por la belleza, la razón y la
justicia, desarrollada conforme a sus ínsitas
posibilidades y no mutiladas por los prejuicios
y los ideales erróneos.
A muchos de estos ajedrecistas se les podría
considerar como hombres ejemplares si
supiésemos distinguir entre un ser humano
culto y un ser humano cultivado. En su
mayoría, ellos abandonaron sus estudios o
los interrumpieron mucho tiempo durante el
proceso de su afinación espiritual. Otros son
ingenieros, médicos, abogados, profesores en
ciencias y letras, sin que en sus profesiones
signifiquen ni remotamente lo que en
ajedrez. No puede dudarse de que se trata de
inteligencias excepcionales, pero aplicados al
saber oficial no pasan de hombres mediocres,
poco más o menos iguales a sus maestros,
discípulos y camaradas. En el ajedrez son
grandes, medidos con los de cualquier país.
Sólo quien puede apreciar los nombres
de Morphy, Anderssen, Pillsbury, Steinitz,
Charousek, lasker, Schlechter, Capablanca,
Reti, Alekhine, Botvinnik, Keres puede ver la
grandeza de la inteligencia que se conserva
pura y se manifiesta como el atleta y el virtuoso
en lo que puede dar de sí, libre, sin atarse a
la noria ni servir planes ajenos. Esos grandes
hombres son grandes en un orden de valores
que no caducan ni fenecen, por encima de
la moda y de las conveniencias subalternas.
Pensadores y artistas que no han hecho
nada que tenga aplicación a la industria, al
comercio, a la agricultura ni a la sumisión de
los hombres, quedan sus obras y sus vidas,
generalmente dignas de respeto y veneración;
se los recuerda como seres que han levantado
según sus temperamentos y dotes naturales el
índice de una clase del saber que a lo largo de
los siglos se ha ido afinando, profundizando y
embelleciendo sin que nadie pensara nunca
que habría de señalar sobre la tierra la huella
de su progreso ni servir al hombre para sus
luchas , ambiciones y miserias. Pero nadie
los puede negar, como no se niega la razón
de existir de los pájaros, las flores y todo lo
que vive en virtud de leyes supremas de la
naturaleza.
Tampoco podemos nosotros negar a nuestros
grandes artistas y pensadores por el hecho
de que no trabajen en la dirección utilitaria
de la casi totalidad de nuestras energías
intelectuales y materiales. Heréticos de la
inclinación sectaria general , ellos representan
entre nosotros lo mejor de nosotros mismos ,
lo que somos y nos da vergüenza ser , lo que
podríamos realizar de noble y grandioso y
nos parece impropio de nuestra dignidad a la
española. Como nos parece impropio cantar,
hacer versos y meditar con toda la verdad sin
esperar la recompensa de los pedagogos y los
políticos”.
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