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mercado latino | ENERO 2019
La aldea de
Gorin, en la
isla de Hisaka.
EFE/MARÍA
ROLDÁN
INTRODUCCIÓN Y CAÍDA
EN DESGRACIA DEL
CRISTIANISMO.
El cristianismo se introdujo en
Japón en 1549 de la mano del mi-
sionero jesuita Francisco Javier y,
aunque desembarcó en Kagoshi-
ma, en el sur de la isla meridional
de Kyushu, el dogma se extendió
por todo el país gracias a predica-
dores posteriores.
Fue especialmente bien recibi-
do en Nagasaki (sudoeste), adon-
de pertenecen las Goto. Hacia
finales del siglo XVI se hablaba de
más de 300.000 conversos.
El apoyo de señores feudales
conversos y la protección de Oda
Nobunaga, uno de los caudillos
nipones más importantes, fue
esencial para la expansión del
cristianismo y la proliferación de
iglesias por todo el país, desde
Nagasaki, a la que los comercian-
tes apodaban "la pequeña Roma",
hasta Kioto (oeste) u Omi (centro).
Su sucesor, Toyotomi Hideyo-
shi, permitió la presencia de los
misioneros europeos a cambio
de más barcos para ayudarlo en
sus propósitos coloniales pero, en
1587, contrariado por una religión
que enseñaba a encomendarse a
Dios por encima de todo (lo que
EL CRISTIANISMO TUVO UNA
ACEPTACIÓN ESPECIALMENTE
BUENA EN NAGASAKI, A LA QUE LOS
COMERCIANTES APODABAN “LA PEQUEÑA ROMA”