El Zaraguato Septiembre-Noviembre 2016 | Page 9

El domingo de esa misma semana, estaba muerto, se veía raro, no Don Augusto, se acercó al cura de la parecía un perro normal, tenía ciertas iglesia, facciones humanas que pidiendo su favor y su se iban bendición. Estaba aterrado; y el cura acentuando cada vez más: el hocico no mejoraba su sentir, notaba en él comenzaba a parecer una algo distinto, algo perturbador; ligero humana, el pelaje ropa, la cola olor a sangre, ojos rojos, los dedos desaparecía, las garras se hicieron mallugados… pies y manos… Al final, el animal se Pese a sus inquietudes siguió los consejos del cura: hizo donaciones boca había convertido en el cura de la iglesia. cada vez mayores y más seguido a la Don Augusto entró en pánico, gritó, iglesia, se desvivía trabajando en las lloró, arrojó sus pertenencias al suelo minas y su tiempo libre lo dedicó y echó a correr. Cuando llegó a su completamente a la oración. casa hizo que toda la familia empacara Pasaron algunas semanas así, el miedo lo inundó tanto que, buscando protegerse, robó un pico de la mina. Ya era noviembre cuando esto sucedió, esa misma noche el perro volvió a aparecer en el mismo punto, pero en esta ocasión se lanzó sobre Don Augusto, y él, en un intento por defenderse, lanzó golpes ciegos al aire y piso para asustar al feroz animal. Se detuvo cuando dejó de escuchar ruido alguno, algo lo había salpicado, abrió los ojos, aquel perro tan fiero lo más aprisa que pudieran, al amanecer emprendieron el viaje a la Ciudad de México. Unos años después, ya asentados, un esclavo de la hacienda en la que trabajaba ahora escuchó su historia y le explicó como era eso posible: Todo era por el Tonal y el Nahual, formas antiguas prohibidas de brujería incluso antes náhuatl, de la conquista. Agradecimientos a la familia Azcárraga, actuales descendientes de Don Augusto Romero, por preservar la historia hasta la fecha.