El Uru Revista Nº 43 | Page 26

cultor francés Pedro Margat. Al mismo tiempo que comienza la ven- ta de solares en Villa Colón, la empresa del Ferrocarril Central del Uruguay esta- bleció a ambos lados de la estación Colón un nuevo pueblo denominado Ferro-Carril. La traza del nuevo pueblo confirma que se extendía a ambos lados de la estación. Su límite al este era el Camino Real, ac- tual Av. General Garzón. Del otro lado del camino se hallaban las tierras de Perfecto Giot y de la “Villa Colón”. El actual barrio de Colón surge de la unión de Villa Colón y el pueblo Ferrocarril La zona en sus orígenes constituía un área de residencias temporarias, donde se desarrollaban grandes casas quintas, hoy se ha constituido en un lugar de re- sidencia permanente, con un gran centro que ofrece múltiples servicios, pero den- tro de un ambiente apacible donde aún es posible disfrutar de la naturaleza. Colón ha ido acompañando el progreso na- tural de los tiempos actuales, pero no ha perdido su esencia, ha sabido conservar su idiosincrasia, combina lo urbano con lo rural naturalmente constituyendo una identidad propia y perfectamente distinguible. Su génesis está muy ligada con el fe- rrocarril, los inmigrantes y sus cultivos y el amor a la tierra, las chacras y vides. La zona rural cuenta con humedales, con hor- telanos, productores, cooperativas, bode- gas y viñedos. Los primeros colonos que se afincaron fueron unas pocas familias provenien- tes de las Islas Canarias, pero también llegaron contingentes de varios lugares Pag 26 de Europa y entre ellos muchos hom- bres y mujeres de origen italiano que se dedicaron preferencialmente a cul- tivar la tierra. Aunque los cultivos fue- ron muy diversos, prevalece el de la vid con que se fue armando la nueva in- dustria vitivinícola, con Vidiella a la ca- beza, que convertirá a Colón en aban- derada de los buenos vinos nacionales. Las primeras cepas fueron traídas al país desde España y se plantaron en el sudoeste del país. El numero de viñedos se fue incre- mentando, pero fue recién en 1870 cuan- do la vid fue vista como una empresa ren- table por Don Pascual Harriague, un vasco con muchas inquietudes, que con plantas de Tanat de origen francés, inició su cultivo en el norte del país. Casi simultáneamen- te Francisco Vidiella comenzó a plantar otras variedades, de origen europeo, en el sur del país. La francesa Folle Noire, conocida inicialmente como uva Peñarol y después denominada Vidiella, fue la ele- gida para su cultivo en Colón.