El Uru Revista nº 41 para mail | Page 16

Tenerife. Será por eso que los malones no asolaron las chacras de los canarios en tiempos del Prócer. Para entender la situación de los cana- rios y lo que hicieron por ejemplo en me- dio de la batalla de las Piedras, cuando sus descendientes se pasaron en masa al ejér- cito revolucionario, hay que saber que las Islas Canarias también fueron colonizadas por los españoles algunos siglos antes de la colonización de América. Ellos tenían un sentimiento nacionalista. Ya vimos cómo eran tratados por los españoles cuando los enviaban a América, “como una mercancía más”. LA EMIGRACION CANARIA AL URUGUAY DURANTE EL 1800 Y COMIENZOS DEL 1900 Dos de los factores que más pesan en el desarrollo de la migración son la tradición y las posibilidades de ayuda mutua entre los inmigrantes. A igualdad de acceso y expectativas, la población se dirige a aque- llos territorios donde exista más afinidad de parentesco y de identificación étnica. Por ello la inmigración canaria si bien se detuvo por la voluntad real a poco de la fundación de Montevideo, reprenderá con fuerza más adelante. Se sabe que Uruguay era una República escasamente poblada y, por tanto, mostraba gran interés en el fo- mento de la inmigración. Cuando se conju- gan estas necesidades con una crisis en las Islas Canarias, se produjo una gran oleada inmigratoria que partió fundamentalmente de Lanzarote y Fuerteventura, (dos de las principales islas del oriente de Canarias) entre 1835 y 1850 (alrededor de 8.000 personas) que contribuyeron a “caranizar” Pag 16 aún más el país. el departamento de Canelones. Fue una inmigración que transformó in- tensamente el interior del país, con un destino preferentemente agrícola. Si bien con el estallido de la Guerra Grande en Uruguay, la situación de los canarios se agravó ya que fueron incluidos en la leva, la mayor parte de los emigrantes perma- neció en el país. Y de Lanzarote también era Jacinto Vera y Durán, que nació en 1813 en el bar- co que transportaba a sus padres (natura- les de Tinajo) a Uruguay. Una vez allí, Vera y Durán se convirtió en el primer obispo católico de Montevideo. Entre 1877 y 1900 la emigración ha- cia el Uruguay continuó, pero no tuvo ya el relieve de la etapa anterior. Por otro lado, entre las nuevas arribadas destaca el año crítico de 1878 en el que llegaron 2.951. Los saldos fueron negativos a partir de ese año con la crisis que afectó al Río de la Plata y la quiebra de la Banca Baring Brothers con fuertes inversiones en la re- gión. Los canarios contribuyeron al desarro- llo agrario del país entre 1830 y 1880. Se dedicaron al cultivo de la tierra en los departamentos de Montevideo, San José, Maldonado, Rocha y Colonia. Pese a ello se ocuparon también en empleos urbanos, como el comercio o la artesanía, aunque el campo fue su actividad fundamental. En un país en el que la fiebre ganadera lo ocupa- ba todo, los isleños expandieron la agri- cultura. Los cereales fueron su cultivo mayorita- rio, actividad en la que estaban adiestra- dos los lanzaroteños y majoreros por ser su actividad esencial. Tal especialización convirtió en voz común la expresión de que los uruguayos no sabían plantar sino comer carne y fueron los isleños los que les arrendaron las tierras y comenzaron a cultivar trigo y maíz. Al realizarse la trilla mediante el trabajo colectivo entre los vecinos, nació la solidaridad colectiva entre los paisanos. Esa endogamia de gru- po no sólo jugó un papel importante en la producción, sino en los casamientos. Las relaciones de convivencia y parentesco en- tre los canarios permiten su supervivencia como tales, manteniendo vivos los lazos culturales y familiares a través del tiempo en las zonas rurales del país. GRANDES PERSONAJES DE NUESTRA HISTORIA TIENEN ASCENDIENTE CANARIO Estos canarios dieron al país grandes personajes. Por ejemplo, Alfonso Espínola Vega, natural de Teguise, que fue un famo- so médico y filósofo. Amigo y discípulo del famoso químico francés Louis Pasteur, Es- pínola recibió condecoraciones en Francia, Italia y Uruguay por la labor desempeñada durante una epidemia de viruela en 1881 y 1882. Francisco Hernández también nombra a Ildefonso de León, natural de El Mojón (Teguise), que fundó la ciudad de Tala, en Francisco Antonio Maciel (1757-1807). Llamado «El Padre de los Pobres», natural de Montevideo, hijo de Bárbara Camejo, natural de La Laguna (Tenerife). Hombre progresista y de trabajo. Considerado uno de los ciudadanos más eminentes que ha tenido el país. A él se debe el primer alumbrado público que tuvo Montevideo, la construcción del primer molino de viento y la primera fábrica de vasijas de barro. Fue también el primero que explotó la in- dustria saladeril. Cuando los ingleses inva- dieron Montevideo, dio su vida luchando por su patria, sin estar obligado a prestar servicios militares. Su amor a la humani- dad lo llevó a destinar una habitación en su propia casa, en la que colocó doce ca- mas, para atender a los enfermos pobres, que más tarde, con la ayuda del Cabildo, se convirtió en el Hospital Maciel, que aún hoy existe. Juan Manuel Pérez Castellano (1743- 1815). Natural de Montevideo, hijo de Bar- tolomé Pérez de Sosa, natural de El Sauzal (Tenerife). Doctor en Teología, hombre de ciencia, comisario de la Santa Cruzada, miembro de la Junta de Temporalidades y consultor del Cabildo. Tuvo actuación histórica destacada durante las invasio- nes inglesas y en los inicios de la indepen- dencia. Cultivó durante cuarenta años su chacra del Miguelete. Dejó varias obras y legó por testamento su casa y libros para Pag 17