PATRICIOS URUGUAYOS EN LAS ESFERAS DEL ARTE ENTRE PINCELES, FILOSOFÍA Y NOTAS MUSICALES
Profesora Delia Etchegoimberry
En Uruguay tenemos importantes analistas de
nuestra identidad. Sin dudas influye el hecho de
haber tenido que atajar tantas veces la calificación de “pequeño país”, dicho de muchas maneras. Pero esto no ha sido problema para quienes
sintiendo y sabiendo el valor de nacer y crecer
en un medio complejo como es la constitución
de cualquier sociedad (sociedad que asume el
legado y las condiciones espirituales y materiales de todo grupo humano) deciden expresarlo.
Y esa expresión se condensa en los trabajos de
literatos, historiadores, ensayistas y en grado especial en los artistas.
Todos conocemos la importancia de Uruguay
en su aporte literario que tiene el reconocimiento
mundial. También conocemos la dedicación inclaudicable de nuestros historiadores rescatando
en miles de documentos las certezas de nuestra historia. A veces heroica, otras reprobable, a
veces maestra del futuro, a veces con olvido de
los que dieron su vida para conseguir la mayor
gloria del país. La eterna demostración de olvido
y memoria. Y hoy como ayer el aporte del revisionismo basado en las interpretaciones que cada
época hace de su pasado.
Uno de esos inolvidables revisionistas es
Carlos Real de Azúa (1916-1977). A él debemos el estudio sobre “El Patriciado uruguayo”. Es un aporte importante en el estudio de las
personas que contribuyeron a calificar al país.
Y dentro de esta colaboración que estamos haciendo en el Seminario sobre Cultura Uruguaya,
a ese libro de Real de Azúa queremos agregar
ejemplos de lo que significa nuestra identidad
desde el Arte.
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En 1935 Torres García dice que NO escribió
el libro “ESTRUCTURA” con el propósito de
hacer escuela sino de acelerar su evolución
a fin de que nuestro país alcance un nivel
en arte a que debe y puede llegar y con esto
equilibrarse con respecto a otros sectores de
nuestra cultura. Pues su libro, su obra y su
función didáctica no sólo hicieron Escuela
de Arte sino que logró que el país alcanzara
aquel nivel en arte que debía y podía alcanzar.
Su concepto de estructura procuró sacar al
Arte de su constante imitación de la Naturaleza para ponerlo en la senda de aceptar la
unidad, el yo, el individuo como el ser que
contiene en su esencia el TODO así como el
todo contiene toda la Unidad.
La vocación didáctica de Torres García abrió
el camino para comprender el impulso artístico
desde nuestra prehistoria hasta hoy cuando el
ser humano deja fluir su ser interior, su intuición y
su compenetración en todo el Universo. “Al hacer
una obra será la medida, el equilibrio y el ritmo
lo que determinará la forma y aspecto que tendrá
la obra…! Para él, el valor de una obra no está
en su naturalismo sino en recorrer el camino que
va de la geometría, la proporción y el ritmo al encuentro de la manifestación de una emoción, de
un sentimiento, de una idea, de una intuición. Seguir las leyes de la armonía lleva…a un arte de
expresión popular, accesible a todos, universal
y profundo, concreto y no imitativo…de amplio
sentido religioso sin dogmatismo, en síntesis, un
arte popular y a la vez el más universal y elevado… porque para él, “EL HOMBRE UNIVERSAL
ES FIGURA SIMBÓLICA DEL COSMOS”.