El Uru Revista Nº 24 | Page 11

Por él se prohibía arrojar agua y huevos a los transeúntes , costumbre que ya se había arraigado en nuestra sociedad durante los días de fiesta Carnavalera. Luego, disposiciones similares se establecieron en reiteradas oportunidades. Sansón Carrasco nos han legado el relato de un festejo de Carnaval de la década de 1830 en Montevideo, diciéndonos que, “el comienzo del juego se anuncia , por lo general, a las doce del día con un cañonazo disparado desde el Fuerte de San José. En pocos minutos todas las calles de Montevideo se convertían en escenario de las más recias, y hasta violentas, batallas de agua en las que participaba gran parte de la población. Nadie podía cruzar a la acera de enfrente sin exponerse a un remojón. Furia de centauros y tritones, tormentas del mar en la tierra, las batallas de agua asumían en muchas zonas céntricas proporciones de verdaderas trombas de diluvio”. Tres días de verdadera locura en que Montevideo era escenario de feroces guerrillas de agua, huevos, verduras, harina y hasta cascotes!!!. En medio de semejante clima, es fácil imaginar el saldo de accidentes y desgracias que dejaba cada carnaval. En aquellas décadas de excesos y desbordes lúdicos, el carnaval asumió la forma de una diversión masiva y niveladora en la que todo el mundo dejaba de lado obligaciones y jerarquías para entregarse por entero a un juego del que participaban pobres y ricos, blancos y negros, grandes y chicos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos. Ni siquiera en las más altas esferas oficiales la solemnidad de las investiduras logró doblegar el espíritu festivo de los montevideanos de entonces y, en ocasiones, quien se encargó de dar la nota “bárbara” fue el mismísimo Presidente de la República. En 1873, con el apoyo de las autoridades pertinentes (la Jefatura Política y de Policía de Montevideo) y con el decidido apoyo de las familias mas influyentes, el centro de Montevideo presenció por primera vez lo que entonces se llamó el paseo de las comparsas (desfile de carruajes y agrupaciones por el centro de la ciudad) y que no era más que la primera versión del Desfile Inaugural del Carnaval que todavía hoy sigue marcando indefectiblemente el inicio de la celebración. La prodigiosa transformación operada aquel año, que logró desplazar al agua como máximo atractivo de la fiesta, pareció ser el anticipo de un tiempo nuevo. A partir de la década de 1870 aquellos festejos “bárbaros” del carnaval se “humanizaron”. Surgiendo las serpentinas y apareciendo las flores que se arrojaban en sustitución de los huevos. Es la época en que comienzan a organizarse los primeros desfiles y corsos en lugares preestablecidos de la vía pública, en los que participaban las comparsas de negros y lubolos - blancos pintados de negro - como también se comenzaron a organizar los primeros bailes y saraos en salones cerrados.