Por él se prohibía arrojar agua y huevos a
los transeúntes , costumbre que ya se había
arraigado en nuestra sociedad durante los
días
de
fiesta
Carnavalera.
Luego,
disposiciones similares se establecieron en
reiteradas oportunidades.
Sansón Carrasco nos han legado el relato
de un festejo de Carnaval de la década de
1830 en Montevideo, diciéndonos que, “el
comienzo del juego se anuncia , por lo
general, a las doce del día con un cañonazo
disparado desde el Fuerte de San José. En
pocos
minutos
todas
las calles de
Montevideo se convertían en escenario de
las más recias, y hasta violentas, batallas de
agua en las que participaba gran parte de la
población. Nadie podía cruzar a la acera de
enfrente sin exponerse a un remojón. Furia
de centauros y tritones, tormentas del mar
en la tierra, las batallas de agua asumían en
muchas zonas céntricas proporciones de
verdaderas trombas de diluvio”. Tres días de
verdadera locura en que Montevideo era
escenario de feroces guerrillas de agua,
huevos, verduras, harina y hasta cascotes!!!.
En medio de semejante clima, es fácil imaginar
el saldo de accidentes y desgracias que dejaba
cada carnaval.
En aquellas décadas de excesos y
desbordes lúdicos, el carnaval asumió la forma
de una diversión masiva y niveladora en la que
todo el mundo dejaba de lado obligaciones y
jerarquías para entregarse por entero a un
juego del que participaban pobres y ricos,
blancos y negros, grandes y chicos, hombres y
mujeres, jóvenes y viejos. Ni siquiera en las
más altas esferas oficiales la solemnidad de
las investiduras logró doblegar el espíritu
festivo de los montevideanos de entonces y,
en ocasiones, quien se encargó de dar la nota
“bárbara” fue el mismísimo Presidente de la
República.
En 1873, con el apoyo de las autoridades
pertinentes (la Jefatura Política y de Policía de
Montevideo) y con el decidido apoyo de las
familias mas influyentes, el centro de
Montevideo presenció por primera vez lo que
entonces se llamó el paseo de las comparsas
(desfile de carruajes y agrupaciones por el
centro de la ciudad) y que no era más que la
primera versión del Desfile Inaugural del
Carnaval que todavía hoy sigue marcando
indefectiblemente el inicio de la celebración. La
prodigiosa transformación operada aquel año,
que logró desplazar al agua como máximo
atractivo de la fiesta, pareció ser el anticipo de
un tiempo nuevo.
A partir de la década de 1870 aquellos
festejos “bárbaros”
del carnaval
se
“humanizaron”. Surgiendo las serpentinas y
apareciendo las flores que se arrojaban en
sustitución de los huevos. Es la época en que
comienzan
a organizarse
los primeros
desfiles y corsos en lugares preestablecidos
de la vía pública, en los que participaban las
comparsas de negros y lubolos - blancos
pintados de negro - como también se
comenzaron a organizar los primeros bailes
y saraos en salones cerrados.