EL TINTERO DE ORO MAGAZINE Nº 4 EL TINTERO DE ORO MAGAZINE Nº 4 | Page 38
...—¡Ves ya te dije yo, que no te agacharas! ¿Y
ahora qué…?
...—¡Vete tú, yo me quedo en la habitación! ¡Ya
se me pasará!
...—¡No, mujer! Haz un esfuerzo, lo de hoy no te
lo puedes perder, con lo guapa que estás.
...—Me tomaré una pastilla e iré por ti.
...Las dos asistieron a la fiesta y regresaron a la
habitación a dormir.
...Su amiga le calentó una toalla, le puso calor en
la zona donde tenía el dolor. Le vino muy bien y
alivió durante la noche.
...A la mañana siguiente su amiga cuando se des-
pertó volvió a repetir el calor en la espalda y le
masajeó con las manos. El alivio fue evidente. Se
levantaron a desayunar. Rosa se volvió a la habi-
tación, pidieron una manta caliente y se quedó
en la cama.
...—¡Eres como una madre! Me has cuidado me-
jor que ella, le dijo su amiga. Volvería muchas
veces contigo, sin lugar a dudas.
...—Bueno, mujer, nos hemos adaptado las dos
muy bien, y encima lo estamos pasando de ma-
ravillas, qué más podemos pedir.
...—¡Pues… otro viaje! Y que no me duela nada. Y
entonces sonrieron.
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