EL SEÑOR DE LAS SOMBRAS (Biografía no autorizada de Alvaro Uribe) 1 | Page 64

Fotografía durante la inauguración de la Posada Alemana. De izquierda a derecha: Primero: Carlos Lehder Rivas; tercero: Monseñor Darío Castrillón Miró el reloj. La 1:40. Todavía tenía tiempo para leer un rato. Sabía que en 1982 la situación en Medellín era difícil. Pablo Escobar, el narcotraficante más poderoso del mundo, era el dueño y señor de esa ciudad subterránea, lejana de los clubes y de las industrias tradicionales, ajena a la clase media, basada sobre el relumbrón del dinero. En torno a ella giraba la política. El capo sabía que en ese terreno no se movería una hoja sin su voluntad soberana. Los nombramientos, por ejemplo, no se le consultaban, pero se escogía cuidadosamente a aquellas personas que no llegarían a molestarlo. Cuando supo que el primer alcalde designado para su coto de caza privado, era el hijo de uno de sus conocidos, socio del tercer Pablo, no hizo ningún gesto. - En conclusión, aprobado - pensaron quienes asistieron a la charla. En ese momento. Escobar, con interés por la política, fundó el movimiento “Civismo en marcha”, a través del cual se dedicó a promover planes de vivienda, como el de Medellín sin tugurios, a arborizar la ciudad, a iluminar estadios y a construir escenarios deportivos. Acostumbrado a proceder según su gana, consideró innecesario obtener los permisos correspondientes. Su política fue la de promover invasiones de predios públicos, y decidir luego, de acuerdo con la comunidad, qué necesitaba para su recreación. La respuesta me casi siempre la misma: canchas de fútbol. La administración municipal no sentó jamás ninguna protesta. Por 64