Los sollozos obligaron a Piggy a callar. Ralph tomó de sus manos la caracola al tiempo
que se sentaba.
- Encender una hoguera común y corriente. No parece una cosa muy difícil, ¿verdad?
Sólo una señal de humo para que nos rescaten. ¿Es que somos salvajes o qué? Ahora ya
no tenemos ninguna señal. Y a lo mejor ahora mismo, está pasando algún barco cerca.
¿Os acordáis cuando salimos a cazar y la hoguera se apagó y pasó un barco? Y todos
piensan que él sería el mejor jefe. Y luego lo de, lo de... eso también fue culpa suya. Si no
es por él nunca hubiese pasado. Y ahora Piggy no puede ver. Vinieron a escondidas -
Ralph elevó la voz -, de noche, en la oscuridad, y nos robaron el fuego. Lo robaron. Les
habríamos dado un poco de fuego si nos lo piden. Pero tuvieron que robarlo y ya no
tenemos ninguna señal y no nos van a rescatar jamás. ¿Os dais cuenta de lo que digo?
Nosotros les hubiésemos dado para que también tuviesen fuego, pero tenían que robarlo.
Yo...
La cortinilla volvió a desplegarse en su mente y se detuvo, aturdido.
Piggy tendió la mano hacia la caracola.
- ¿Qué piensas hacer, Ralph? Estamos venga a hablar sin decidir nada. Quiero mis
gafas.
- Estoy tratando de pensar. Supón que fuésemos con nuestro aspecto de antes: limpios
y peinados... Después de todo, la verdad es que no somos salvajes y lo del rescate no es
ningún juego...
Entreabrió el ojo oculto por la inflamada mejilla y miró a los mellizos.
- Podíamos adecentarnos un poco y luego ir...
- Debíamos llevar las lanzas - dijo Sam -, y Piggy también.
-... porque podemos necesitarlas.
- ¡Tú no tienes la caracola! Piggy mostró en alto la caracola.
- Podéis llevar las lanzas si queréis, pero yo no pienso hacerlo. ¿Para qué me sirve?
De todas formas me vais a tener que llevar como a un perro. Eso es, reíros. Venga. Hay
gente en esta isla que se parte de risa por todo. ¿Y qué es lo que ha pasado? ¿Qué van a
pensar los mayores? Han asesinado a Simón. Y ese otro crío, el de la cara marcada.
¿Quién le ha visto desde que llegamos aquí?
- ¡Piggy! ¡Calla un momento!
- Tengo la caracola. Voy a buscar a ese Jack Merridew y decirle un par de cosas, eso
es lo que voy a hacer.
- Te van a hacer daño.
- Ya me han hecho todo lo que podían hacerme. Le voy a decir un par de cosas. Deja
que yo lleve la caracola, Ralph. Le voy a enseñar la única cosa que no ha cogido.
Piggy se calló por un momento y miró a las difusas figuras en torno suyo. La sombra de
las antiguas asambleas, pisoteada sobre la hierba, le escuchaba.
- Voy a ir con esta caracola en las manos y voy a hacer que la vean todos. Oye, le voy
a decir, eres más fuerte que yo y no tienes asma. Puedes ver, le voy a decir, y con los dos
ojos. Pero no te voy a pedir que me devuelvas mis gafas, no te lo voy a pedir como un
favor. No te estoy pidiendo que te portes como un hombre, le diré, no porque seas más
fuerte que yo, sino porque lo que es justo es justo. Dame mis gafas, le voy a decir...
¡tienes que dármelas!
Terminó, acalorado y tembloroso. Puso la caracola rápidamente en manos de Ralph
como si tuviese prisa por deshacerse de ella y se secó las lágrimas. La verde luz que les
rodeaba era muy suave y la caracola reposaba a los pies de Ralph frágil y blanca. Una
gota escapada de los dedos de Piggy brillaba ahora como una estrella sobre la delicada
curva.
Ralph se irguió por fin en su asiento y se echó el pelo hacia atrás.
- Está bien. Quiero decir que..., que lo intentes si quieres. Iremos todos contigo.
- Estará pintarrajeado - dijo Sam tímidamente -, ya sabéis cómo va a estar...