Su voz se vio de nuevo sofocada por la opresión de la asamblea. En busca de ayuda y
comprensión, se dirigió a Piggy. Con la caracola apretada contra su bronceado pecho, se
volvió a medias hacia él.
- Creo que deberíamos subir a la montaña.
El círculo entero se estremeció. Simón se interrumpió y buscó con la mirada a Piggy,
que le observaba con cara de burlona incomprensión.
- ¿Y qué vamos a hacer allí arriba, si Ralph y los otros no pudieron con la fiera? Simón
susurró su respuesta:
- ¿Qué otra cosa podemos hacer?
Concluida su breve alocución, dejó que Piggy tomase de sus manos la caracola.
Después se retiró y fue a sentarse al lugar más apartado que encontró.
Piggy hablaba ahora con más aplomo y con algo en su voz que los demás, en
circunstancias menos graves, habrían interpretado como placer.
- Ya os dije que cierta persona no nos hace ni pizca de falta. Y ahora os digo que
tenemos que decidir lo que vamos a hacer. Y me parece que sé lo que Ralph os va a
decir en seguida. La cosa más importante en esta isla es el humo y no se puede tener
humo sin fuego. Ralph se movió inquieto.
- No hay nada que hacer, Piggy. No tenemos ninguna hoguera. Y esa cosa está allá
arriba sentada...; tendremos que quedarnos aquí.
Piggy, como para dar con ello realce a sus palabras, alzó la caracola.
- No tenemos una hoguera en la montaña, pero podemos tenerla aquí. Se puede hacer
en esas rocas. O en la arena; da igual. Así también tendríamos humo,
- ¡Eso!
- ¡Humo!
- ¡Junto a la poza!
Todos hablaban al mismo tiempo. Pero Piggy era el único con suficiente audacia
intelectual para sugerir que se trasladase a otro lugar el fuego de la montaña.
- Bueno, haremos la hoguera aquí abajo - dijo Ralph mirando a su alrededor -. La
podemos hacer aquí mismo, entre la poza y la plataforma. Claro que...
Se interrumpió y, con el ceño fruncido, meditó el asunto, mordiéndose sin darse cuenta
una uña ya casi desgastada.
- Claro que el humo no se verá tan bien; no se verá desde tan lejos. Pero así no
tendremos que acercarnos, acercarnos a...
Los otros, que le comprendían perfectamente, asintieron. No habría necesidad de
acercarse.
- Podemos hacerla ya.
Las ideas más brillantes son siempre las más sencillas. Ahora que tenían algo que
hacer, trabajaron con entusiasmo. Piggy se sentía tan lleno de alegría y tan plenamente
libre con la marcha de Jack, tan lleno de orgullo por su contribución al bienestar común,
que ayudó a acarrear la leña. La que aportó estaba bien a mano: uno de los troncos
caídos en la plataforma, que nadie usaba durante las asambleas. Pero para los demás la
condición sagrada de la plataforma se extendía a todo cuanto en ella se hallaba,
protegiendo incluso lo más inútil. Los mellizos comentaron que sería un alivio tener una
hoguera junto a ellos durante la noche, y aquel descubrimiento hizo a unos cuantos
peques bailar y batir palmas de alegría.
Aquella leña no estaba tan seca como la de la montaña. Casi toda ella se encontraba
podrida por la humedad y llena de insectos huidizos. Tenían que levantar los troncos con
cuidado, porque si no se deshacían en un polvo húmedo. Además, los muchachos, con tal
de no penetrar mucho en el bosque, se conformaban con el primer leño que encontraban,
por muy cubierto que estuviese de retoños verdes. Las faldas del monte y el desgarrón
del bosque les eran familiares; estaban cerca de la caracola y los refugios, que ofrecían
un aspecto bastante acogedor a la luz del sol. Nadie se molestaba en pensar qué aspecto