EL SEÑOR DE LAS MOSCAS | Page 68

- Pensaba en la falta de luz. Vamos a tener que andar a tropezones. - ^ - Habíamos quedado en ir a buscar la fiera... - No habrá bastante luz. - A mí no me importa seguir - dijo Jack acalorado -. Cuando lleguemos allí la buscaré. ¿Y tú? ¿Prefieres volver a los refugios para hablar con Piggy? Ahora le tocaba a Ralph enrojecer, pero habló en tono desalentado, con la nueva lucidez que Piggy le había dado. - ¿Por qué me odias? Los muchachos se agitaron incómodos, como si se hubiese pronunciado una palabra indecente. El silencio se alargó. Ralph, excitado y dolorido aún, fue el primero en emprender el camino. - Vamos. Se puso a la cabeza y decidió que sería él mismo quien, por derecho propio, abriría paso entre las trepadoras. Jack, desplazado y de mal talante, cerraba la marcha. La trocha de jabalíes era un túnel oscuro, pues el sol se iba deslizando rápidamente hacia el borde del mundo y en el bosque siempre acechaban las sombras. Era un sendero ancho y trillado, y pudieron correr por él a un trote ligero. Al poco rato se abrió el techo de hojas y todos se detuvieron, con la respiración entrecortada, a contemplar las pocas estrellas que despuntaban a un lado de la cima de la montaña. - Ahí está. Los muchachos se miraron vacilantes. Ralph tomó una decisión: - Iremos derechos a la plataforma y ya subiremos mañana. Murmuraron en asentimiento; pero Jack estaba junto a él, casi rozándole el hombro. - Claro, si tienes miedo... Ralph se enfrentó con él. - ¿Quién fue el primero que llegó hasta la roca del castillo? - Yo también fui. Y, además, era de día. - Muy bien, ¿quién quiere subir a la montaña ahora? La única respuesta fue el silencio. - Samyeric, ¿vosotros qué pensáis? - Deberíamos ir a decírselo a Piggy... -...sí, a decirle a Piggy que... - ¡Pero si ya fue Simón! - Deberíamos decírselo a Piggy... por si acaso... - ¿Robert? ¿Bill? Todos se dirigían ya a la plataforma. Claro que no era por miedo, sino por cansancio. Ralph se volvió de nuevo a Jack. - ¿Lo ves? - Yo voy a subir a la montaña. Las palabras salieron de Jack envenenadas, como una maldición. Miró a Ralph, su cuerpo delgado tenso, la lanza agarrada como amenazándole. - Voy a subir a la montaña para buscar a la fiera... ahora mismo. Después, la puya suprema, la palabra sencilla y retadora: - ¿Vienes? Al oír aquella palabra, los otros muchachos olvidaron sus ansias de alejarse y regresaron a saborear un nuevo roce de dos temperamentos en la oscuridad. La palabra era demasiado acertada, demasiado cortante, demasiado retadora para pronunciarse de nuevo. Le cogió a Ralph de sorpresa, cuando sus nervios se habían calmado ante la perspectiva de regresar al refugio y a las aguas tranquilas y familiares de la laguna. - Como quieras. Asombrado, escuchó su propia voz, que salía tranquila y natural, de modo que el duro reto de Jack cayó deshecho. - Si de verdad no te importa, claro. - Claro que si tienes miedo... Ralph se enfrentó con él.