elevado del cielo las nubéculas se calentaban en colores. Una solitaria ave marina aleteó
hacia lo alto con un grito ronco cuyo eco pronto resonó, y el bosque respondió con
graznidos. Flecos de nubes, cerca del horizonte, empezaron a resplandecer con tintes
rosados, y las copas plumadas de las palmeras se hicieron verdes.
Ralph se arrodilló en la entrada del refugio y miró con cautela a su alrededor.
- Sam y Eric, llamad a todos para una asamblea. Con calma. Venga.
Los mellizos, agarrados temblorosamente uno al otro, se arriesgaron a atravesar los
pocos metros que les separaban del refugio próximo y difundieron la terrible noticia.
Ralph, por razón de dignidad, se puso en pie y caminó hasta el lugar de la asamblea,
aunque por la espalda le corrían escalofríos. Le siguieron Piggy y Simón y detrás los otros
chicos, cautelosamente.
Ralph tomó la caracola, que yacía sobre el pulimentado asiento, y la acercó a sus
labios; pero dudó un momento y, en lugar de hacerla sonar, la alzó mostrándola a los
demás y todos comprendieron.
Los rayos del sol, que asomando sobre el horizonte se desplegaban en alto como un
abanico, giraron hacia abajo, al nivel de los ojos. Ralph observó durante unos instantes la
creciente lámina de oro que les alumbraba por la derecha y parecía permitirles hablar.
Delante de él, las lanzas de caza se erizaban sobre el círculo de muchachos. Cedió la
caracola a Eric, el mellizo más próximo a él.
- Hemos visto la fiera con nuestros propios ojos. No..., no estábamos dormidos...
Sam continuó el relato. Era ya costumbre que la caracola sirviese a la vez para ambos
mellizos, pues todos reconocían su sustancial unidad.
- Era peluda. Algo se movía detrás de su cabeza... unas alas. Y ella también se
movía...
- Era horrible. Parecía que se iba a sentar...
- El fuego alumbraba todo...
- Acabábamos de encenderlo...
-...habíamos echado más leña...
- Tenía ojos...
- Dientes...
- Garras...
- Salimos corriendo con todas nuestras fuerzas...
- Tropezamos muchas veces...
- La fiera nos siguió...
- La vi escondiéndose detrás de los árboles...
- Casi me tocó...
Ralph señaló temeroso a la cara de Eric, cruzada por los arañazos de los matorrales en
que había tropezado.
- ¿Cómo te hiciste eso?
Eric se llevó una mano a la cara.
- Está llena de rasguños. ¿Estoy sangrando?
El círculo de muchachos se apartó con horror. Johnny, bostezando aún, rompió en
ruidoso llanto, pero recibió unas bofetadas de Bill que lograron callarle. La luminosa
mañana estaba llena de amenazas y el círculo comenzó a deformarse. Se orientaba hacia
fuera más que hacia dentro y las lanzas de afilada madera formaban como una
empalizada. Jack les ordenó volver hacia el centro.
- ¡Esta será una cacería de verdad! ¿Quién viene? Ralph accionó con impaciencia.
- Esas lanzas son de madera. No seas tonto. Jack se rió de él.
- ¿Tienes miedo?
- Pues claro que tengo miedo, ¿quién no lo iba a tener?
Se volvió hacia los mellizos, anhelante, pero sin esperanzas.