Eric le secundó con la cabeza y sacudió la lanza en el aire. Ralph se apoyó sobre sus
brazos, sin moverse.
- Os vine a ver a los dos.
Hablaba con gran esfuerzo; sentía dolor en la garganta, aunque no la tenía herida.
- Os vine a ver a los dos...
Meras palabras no podían expresar el sordo dolor que sentía. Guardó silencio, mientras
las brillantes estrellas se derramaban y bailaban por todo el cielo. Sam se movió
intranquilo.
- En serio, Ralph, es mejor que te vayas. Ralph volvió a alzar los ojos.
- Vosotros dos no os habéis pintarrajeado. ¿Cómo podéis...? Si fuese de día...
Si fuese de día sentirían el escozor de la vergüenza por admitir aquellas cosas. Pero la
noche era oscura. Eric habló primero, pero en seguida los mellizos reanudaron su habla
antifonal.
- Tienes que irte porque aquí no estás seguro...
-...nos obligaron. Nos hicieron daño...
- ¿Quién? ¿Jack?
- Oh no...
Se inclinaron cerca de él y bajaron sus voces.
- Vete, Ralph...
-...es una tribu...
-...no podíamos hacer otra cosa... Cuando de nuevo habló Ralph, lo hizo con voz más
apagada; parecía faltarle el aliento.
- ¿Pero qué he hecho yo? Me era simpático... y yo sólo quería que nos viniesen a
rescatar...
De nuevo se derramaron las estrellas por el cielo. Eric sacudió la cabeza preocupado.
- Escucha, Ralph. No trates de hacer las cosas con sentido común. Eso ya se acabó...
- Olvídate del Jefe...
-...tienes que irte por tu propio bien...
- El Jefe y Roger...
-...sí, Roger...
- Te odian, Ralph. Van a acabar contigo.
- Van a salir a cazarte mañana.
- Pero, ¿por qué?
- No sé. Y Jack, el Jefe, nos ha dicho que será peligroso...
-...y que tenemos que tener mucho cuidado y arrojar las lanzas como lo haríamos
contra un cerdo.
- Vamos a extendernos en una fila y cruzar toda la isla...
-...avanzaremos desde aquí...
-...hasta que te encontremos.
- Tenemos que dar una señal. Así.
Eric alzó la cabeza y dándose con la palma de la mano en la boca lanzó un leve aullido.
Después miró inquieto tras sí.
- Así...
-...sólo que más alto, claro.
- ¡Pero si yo no he hecho nada - murmuró Ralph, angustiado -, sólo quería tener una
hoguera para que nos rescatasen!
Guardó silencio unos instantes, pensando con temor en la mañana siguiente. De
repente se le ocurrió una pregunta de inmensa importancia.
- ¿Qué vais a...?
Al principio le resultó imposible expresarse con claridad, pero el miedo y la soledad le
aguijaron.