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Andrea Victoria Cano
RECTIFICAR, instándonos a DAR LA CARA por nosotros y nuestros
semejantes. Entiéndase bien esto, semejante a mí en grandeza e
ideales, no solo por pertenecer al género humano, como la cultura del
sistema nos induce a creer, una democracia abyecta y decadente donde
debemos identificarnos con la bajeza del vicioso, del pervertido, del
maleante y desleal, NO. Porque aquel que expresa bajeza y maldad no
es mi semejante. Es mi semejante quien tiene el mismo o mayor grado
de HONOR que Yo. Quién está tanto o más integrado, quién, en suma
es mejor que Yo. Sólo la presencia del HONOR enaltece, diviniza, e
inmortaliza, si no, pregúntenle a Alejandro el Magno, a Leónidas, a
Gengis, a Hitler, todos Ellos inmortales. ¿Quién recordará en unos años
más a los imbéciles y deshonrosos Stalin, Roosevelt y Churchill?
¿Quién recordará a los huevones Rockefeller, Rothschild, Soros y
demás maestros de la usura, la especulación y el deshonor?
Carisma
El carisma es la resultante directa de la integración del Ser. Es el
contacto trascendente que los individuos hacen entre sí, mediante una
mística dentro de lo colectivo, es decir dentro de una estrategia,
entendiéndose como mística a la unión del hombre con lo divino, como
forma, es sostenida por el Símbolo del Origen, presente en la sangre
pura, y es sostenida de igual manera por el Ser Integrado.
Esto significa hablar de una experiencia absolutamente transcendente e
individual/colectiva que coincide sincronísticamente en tiempo y
espacio. Es el rencuentro de los semejantes, como vimos en el anterior
acápite.
El carisma no puede ser conocido con la razón ni con ningún sujeto
anímico, es decir, no con el alma, no con el corazón, sino con la sangre.
Por otra parte la mística es verdadera y absolutamente transcendente a
las formas arquetípicas, que le es imposible intuir a un individuo
dormido, así éste llegue la Sabiduría Hiperbórea, ya que el recuerdo y la
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