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Andrea Victoria Cano
Tampoco sabemos diferenciar entre alma y espíritu, debido al
desinterés por la investigación, y al precario desarrollo intelectual,
vivimos envueltos en sentimentalismos absurdos, dramas innecesarios,
sugestionados por pasiones y deseos carnales, hemos perdido el
discernimiento y la intuición, y ni que hablar de la semántica, nos da lo
mismo creer y tener fe.
Con esto les quiero decir, que se ha
intentado por todos los medios de borrar
nuestro legado hiperbóreo, borrar dicho
pasado, desconectándonos de nuestras
raíces divinas, se ha conseguido crear
una fractura metafísica entre el hombre
y sus ancestros divinos de modo tal,
que en la actualidad, un abismo nos
separa
de
nuestros
recuerdos
primordiales, un abismo que tiene un
nombre: confusión.
Paralelamente
con
tan
siniestro
propósito se ha proyectado al hombre
hacia el futuro, alusión utilizada para
calificar a la ILUSION DE EL
PROGRESO que sufren los que
pertenecen
a
las
civilizaciones
modernas. Tal ilusión es propiciada
culturalmente por poderosas “ideas fuerza” contenidas en el progreso
científico, la educación, la civilización, el progreso de la historia entre
otros, empleadas hábilmente como arma estratégica.
En el futuro están las entelequias de todos los arquetipos, y por ende la
“perfección humana” en pos de una evolución demiurgica. Misión
llevada a cabo desde el origen de la humanidad hasta nuestra
actualidad por la “raza sagrada hebrea” que es la representación del
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