La maldad es como la belleza, no se puede ocultar. La dueña de la cantina no tardo en planear como llevar a la tumba prematura a la inocente joven.
Cuatro hombres fueron encargados de tan horrible misión, la metieron en una caja sin una pizca de compasión. Aún afiebrada y con espantoso dolor, la Cubana se defendió, perdió ante su destino que ya estaba escrito, yacer en una tumba fresca antes que la muerte cantara su eterna canción. Sus últimos gritos debieron ser una maldición, porque los cuatro hombres perderían la razón. De la Cubana ya no se hablaba, supusieron la muerte de tan impresionante belleza. Su recuerdo cayó en el olvido.
Hasta esa noche, que una mujer vestida de negro cubierta con un velo, solicitara el servicio de una carroza a las afuera de la cantina la feria.
El chofer preguntó su destino.
─ ¿A dónde la llevo señorita?
─ Al panteón municipal I, por favor.
─El trayecto fue silencioso, el chofer debió pensar que dormía o que era tímida. Al llegar al panteón ella preguntó.
─ ¿Cuánto le debo?
─Señorita, si quiere la puedo esperar, este lugar es muy solitario para una dama como usted, no importa que se tarde.
─No me espere…aquí vivo… desde hace tiempo ¿Qué acaso… no me conoces?
El latido del chofer casi se detuvo del terror, y cayó desmayado. Cuenta la leyenda, que aún ahora, se puede ver a la mujer con el velo negro buscando la música de la cantina y las luces rojas de la Alianza, pidiendo a los hombres solitarios, que la lleven a su descanso eterno.
El Secreto de la Laguna
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