El populismo con una «significación peyorativa» es el uso de «medidas de gobierno populares», destinadas a ganar la simpatía de la población, particularmente si esta posee derecho a voto, aun a costa de tomar medidas contrarias al Estado democrático. Sin embargo, a pesar de las características antinstitucionales que pueda tener, su objetivo primordial no es transformar profundamente las estructuras y relaciones sociales, económicas y políticas (en muchos casos los movimientos populistas planean evitarlo), sino preservar el poder y la hegemonía política a través de la popularidad entre las masas.
Desde un punto de vista opuesto, los sectores conservadores han utilizado el término «populista» para definir a los gobiernos que presentan los intereses de las clases económicamente más altas (grandes grupos económicos, etc.) como separados y contrarios a los de las más bajas consideradas como una mayoría permanente con intereses homogéneos autoevidentes que no requerirían así del pluralismo político, destruyendo la posibilidad del disenso político y del crecimiento económico por vías privadas.
El populismo surgió a finales del siglo XIX en Rusia y Estados Unidos por lo que su historia se acerca a los ciento cincuenta años, durante los cuales la región del planeta «con una tradición populista más duradera y extensa» ha sido América Latina debido, según Mudde y Rovira Kaltwasser, a «la combinación de altos niveles de desigualdad económica y períodos relativamente largos de gobierno democrático».
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