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A Faón le conmovió su aspecto y olvidándose de su cansancio hizo navegar su barca a prisa.
Alegre por la respuesta del joven, la anciana subió enseguida.
En el trayecto Faón sacó de su bolsillo la mayor moneda que tenía producto de todo un día de trabajo, se la dio a la mendiga para que pueda continuar su viaje. Asombrada la pobre anciana por el acto de bondad de Faón, le dijo:
-Toma este obsequio producto también de mi agradecimiento. Se trataba de un vaso de perfume más extraordinario que jamás había llegado a oler.