El Observatorio Uruguayo de DITEC El Observatorio Uruguayo | Page 18

18 Mientras que en los Metro Bus es una odisea, porque las rampas no funcionan y en las puertas traseras hay una ruleta que impide poder entrar y salir, por ello hay personas que tienen que arrastrarse en el piso, denuncia Fisher. Otro problema es la silla de ruedas, porque algunos conductores de los Metro Bus les exigen llevar un acompañante para que los ayuden a subirla al autobús, pues aducen que no es res- ponsabilidad de ellos. Y los taxis son caros y por el traslado de la silla quieren cobrar aparte, e incluso unos solicitan que dejen la silla. “¡Cómo se les ocurre!”, reclama. La situación se registra porque tenemos un sistema de transporte (Metro Bus) en nuestro país que para cualquier persona sin discapacidad es pésimo, ahora con mayor razón para los usua- rios que tienen algún tipo de movilidad reducida. En tanto, la ciudad capital es poco amigable porque no hay aceras ni señalizaciones y los pos- tes de luz están mal ubicados, los tanques de basura obstaculizan el paso en las pocas rampas que hay. Con frecuencia a Fisher se le puede encontrar por los predios de la Alcaldía de Panamá tras- ladándose en silla de ruedas, ya que asiste los viernes a reunirse con autoridades que forman parte del Comité Técnico Asesor en Accesibilidad de la institución, con la finalidad de impulsar en el distrito capital acciones concretas en beneficio de la población con discapacidad. La religiosa busca mejorar la accesibilidad y movilidad de las personas eliminando las barreras sociales y arquitectónicas que deben enfrentar. Ella está clara en que la tarea no es fácil por las decenas de concepciones equivocadas. La primera, según Fisher, es “comparar la disca- pacidad con la incapacidad, con enfermedad, con minusvalía, insuficiencia, con anormalidad e incluso con desgracia. En tanto, el segundo error es creer que la dificultad para la inclusión plena en la sociedad que tiene una persona con discapacidad radica en las limitaciones motrices, intelectuales, senso- riales o sicosociales, cuando en realidad se encuentra en el entorno y las actitudes de una sociedad que desde hace siglos hemos diseñado solo para quienes no tienen discapacidad”. Ante esta situación, la religiosa considera que hace falta una mayor toma de conciencia y mu- chas jornadas de sensibilización para terminar con tantos obstáculos de actitud, arquitectura, información y comunicación. El Observatorio Uruguayo | junio 2019 19 REQUIERE APOYO La fundación que dirige Fisher no recibe ningún tipo de aporte del Estado u organismo internacio- nal, y les toca realizar actividades como rifas, tómbolas o esperar el apoyo de personas solidarias que les donen sillas de ruedas, comida seca, cajas de pampers, medicinas, entre otros enseres. La oenegé está integrada por 250 miembros con discapacidad física, usuarios de sillas de rue- das y un total de 400 personas son beneficiadas en el país. La persona que la acompaña en la lucha desde la creación de la fundación es la religiosa Nelva Villamonte, quien se encarga de brindar apoyo emocional y espiritual a las personas que bus- can ayuda en la organización. NIÑEZ Y VIDA RELIGIOSA Hoy Fisher recuerda cuando se paseaba por la comunidad de Llano Bonito, en Juan Díaz, detrás de su hermana más pequeña, cuidándola para que no se le salie- ran los zapatos y perdiera alguno camino a la escuela. Es la mayor de tres hermanos. “Fui como toda niña, jugaba y peleaba. Estudié en la escuela primaria Ernesto T. Lefevre y la se- cundaria en el colegio José Antonio Remón Cantera, donde me gradué de bachiller en ciencias”. Además, cuando tenía solo 13 años de edad ya era coordinadora general de catequesis en la parroquia Santa Rita de Cascasia, en Bello Horizonte. Luego de  culminar sus estudios secundarios con 18 años de edad, tomó la decisión de servir a Dios y consagrar su vida a él e ingresó a la comunidad religiosa Franciscana de María Inma- culada, en el distrito de La Chorrera, en Panamá Oeste. La determinación surgió porque desde muy pequeña había querido ayudar a muchas perso- nas, no obstante, se concretó cuando el hoy santo papa Juan Pablo II visitó por primera vez Panamá en 1983. “Transcurridos los días del accidente comencé a discernir qué era lo que el señor quería para mí, qué tenía planeado , por qué el cambio de ruta en mi vida, me preguntaba constantemente”. Fuente: Prensa.com El Observatorio Uruguayo | junio 2019