el newsletter de la camada 87 noviembre 2013 | Page 28

entre madre y feto que no funcionaba. Llega el momento del parto y… Sácate, sale china, quiero decir, con rasgos chinescos. Silencio en la sala de parto. Silencio mal. Yo reacciono, la oculto de Loli y me voy con las dos enfermeras, que no me decían nada. Le pregunto al oído a una: “che, ¿ésta no es normal, no?” Nada. Silencio. Ninguna respuesta. Encaro a la otra. “Enfermera, esta chiquita es Down…” Me responde, la voz tímida, como eludiendo el tema: “no sé, parece, pero habría que hacer estudios…” Ahí me dije, “cagaste.”   La verdad que fue una piña al mentón y con los pantalones bajos. Me quedé sentado un minuto, juro que fue sólo eso, un minuto. Respiré hondo, tomé aire y me puse de pie. Como aquella vez del caballo. Me puse de pie en todo el sentido del término, y fui de regreso a la Sala de Partos a verla a Loli. - ¿Porqué están tan serio? –me pregunta ni bien me ve- ¿la beba está bien? –preguntaba, desesperada. Como ho la había escuchado llorar, y pensaba que había nacido muerta. Eso le transmitió mi cara de pánico. - ¿Te acordás del sermón del sacerdote, cuando nos casamos? – le contesté- ¿Te acordás lo que nos dijo aquella vez? - ¿Qué tiene que ver? –volvió a preguntarme, sin entender la magnitud de lo que estaba por decirle. - No nos podemos separar nunca. –le dije, recordando aquellas palabras. Y le conté lo que acababa de pasar. Loli lloró durante tres días. Yo me dije a mí mismo: “Si te caes vos, se cae la familia entera”. Ese mismo día leí todo lo que pude sobre el tema. No se me cerraban los ojos. Al otra día, recibía un noticia detrás de otra, palabras muy técnicas pero terriblemente frías, que me las pronunciaban como si nada, sin saber que me calaban hondo porque estaban cambiando mi vida: “cirugía de