El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 74
¨El Misterio de Belicena Villca¨
era dar cumplimiento a la misión familiar y preservar la Espada Sabia. Esta prioridad familiar
determinaba una Estrategia para la supervivencia de la Estirpe, supervivencia que podía verse
fuertemente amenazada tras una nueva persecución: eran tiempos difíciles aquellos del siglo
IV, la decadencia de Roma presentida por Polibio en el siglo II A.J.C., se había convertido en
realidad. El Imperio, acechado en todas sus fronteras por pueblos invasores, ha incorporado
regimientos enteros de mercenarios y ha entregado el mando de los ejércitos a los bárbaros; la
agricultura de los pequeños productores hace siglos que se arruinó y desapareció en Italia,
absorbida por los grandes terratenientes: sólo sobreviven, en esos días, los latifundios
coloniales, entre ellos, el que poseen en España los Señores de Tharsis, contribuyendo con
sus bajos precios a desestabilizar aún más la economía de la metrópolis.
Frente a este panorama de inseguridad generalizada, los Señores de Tharsis, que ya no
son Reyes sino familia de terratenientes y funcionarios hispano romanos, deben actuar con
extrema cautela. El Cristianismo, que se ha impuesto en la cumbre del Poder imperial, está
ahora apoyado por las lanzas y las espadas de los legionarios. Pero este “Cristianismo”, a
todas luces, no contiene principios doctrinarios que resulten absolutamente inaceptables para
los Señores de Tharsis: tal como ellos aprendieron duramente en su guerra contra los Golen,
los Mitos, las Historias Legendarias, los Argumentos que están escritos en el Cielo, pueden
volver a repetirse en la Tierra. Y ellos están dispuestos a aceptar la historia de Jesús, y hasta
el mensaje, la buena nueva, como una especie de actualización del Mito de Navután: los
Señores de Tharsis se harán Cristianos porque mirarán a la historia de Jesús con la óptica de
la Sabiduría Antigua; y no discutirán las diferencias, aunque las tendrán presentes y no las
olvidarán.
Abrazarán la Cruz y celebrarán los sacramentos de la Iglesia de Roma; para todos los
efectos serán Cristianos consagrados; incluso darán de sus hijos a la Iglesia. Pero entre ellos,
en el seno de la Casa de Tharsis, sólo reconocerán como Verdad lo que coincide con la
historia de Navután o con otros fragmentos de la Sabiduría Hiperbórea que la familia aún
conserva. Como en su momento los Gnósticos y Maniqueos, y como luego harán los Cátaros y
Albigenses, ellos aceptarán sólo parte de los Evangelios, especialmente el de Juan, y
rechazarán de plano el Antiguo Testamento. Esto es lo que alegaban: el Dios de los judíos no
era otro que Jehová Satanás, un aspecto o rostro del Dios Uno Creador del Universo Material;
en el Génesis se narra la historia de la Creación del Universo Material, donde sería
esclavizado el Espíritu Increado y Eterno; El Universo creado es, pues, intrínsecamente
maligno para el Espíritu Increado, el Espíritu sólo concede valor al Mundo Verdadero de donde
él procede; y de donde provino también el Dios Creador, puesto que el Universo Material ha
sido evidentemente Creado a imitación del Mundo Verdadero.
Y en el Antiguo Testamento se narra asimismo la historia del “Pueblo Elegido”, por Jehová
Satanás, para reinar por sobre todos los pueblos de la Tierra. No fue clara, acaso, la Promesa
que el Creador le hizo a Abraham “Alza tus ojos y mira desde el lugar donde estás hacia el
Septentrión y el Medio Día, hacia el Oriente y el Poniente; pues te daré para ti y para tu
posteridad para siempre todo el país que tú divisas, y haré que tu descendencia sea numerosa
como el polvo de la Tierra. Si alguien puede contar el polvo de la Tierra, puede contar también
tu posteridad. Levántate, recorre la Tierra a lo largo y a lo ancho pues a ti y a tu descendencia
se la daré” [Gen. 13,14]. Promesa que es luego reafirmada “Y sacándolo fuera, Jehová le dijo:
mira al Cielo y cuenta, si puedes, las estrellas. Y añadió: así será tu descendencia”. Pero más
claro fue el Creador con Moisés, cuando le reveló la misión del Pueblo Elegido: “Ahora bien, si
de veras escucháis mi voz y guardáis mi Alianza, seréis Propiedad mía particular entre
todos los pueblos, porque toda la Tierra me pertenece. Vosotros seréis para mí, un
Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Estas son las palabras de Jehová que dirás a los
hijos de Israel”. Y luego: “Yo concluiré la Alianza. Yo realizaré a la vista de todos los pueblos
Gentiles maravillas, cuales no han sido hechas jamás en toda la Tierra y nación alguna, para
que todos los pueblos que estén en torno a ti Israel, vean la obra de Jehová; porque es terrible
lo que voy a hacer por medio de ti. Cumple, pues, lo que Yo voy a ordenarte en este día.
Guárdate de pactar con los habitantes del país en el que vas a entrar, no sea que se
conviertan en un lazo para ti. Por el contrario, derribad sus altares, romped sus estelas, y
destruid sus postes y piedras sagradas” [Ex. 19,6; 34,10].
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