¨El Misterio de Belicena Villca¨
entre los ríos Yang Tsé Kiang y Hoang-Ho, es decir, entre los ríos Azul y Amarillo. En el país reinaba la descomposición social, y, en las regiones que los japoneses aún no controlaban, había estallado con singular violencia la guerra civil.
Yushu, situada en la frontera occidental, estaba lejos de los japoneses, pero no de la guerra civil. En la ciudad existía bastante agitación y de ningún modo convenía hacernos ver demasiado, por lo que permanecimos ocultos en la casa de una familia kâulika. Ellos fueron quienes nos proporcionaron la información sobre los diez días de delantera que nos llevaba la expedición alemana.
Sería imposible alcanzarlos viajando en caravana como hasta entonces. Según Von Grossen, sólo nos quedaba una alternativa: separarnos de la carga, y adelantarnos a caballo; el avance lo realizaríamos los cinco alemanes y ocho monjes, en tanto que dos lopas se quedarían para custodiar a los cinco holitas, a los perros daivas, a los yaks con su carga, y a los recientemente incorporados zhos, que son los machos híbridos producto de la cruza del yak con la vaca. Siguiendo esta variante del plan, los kâulikas adquirieron los ejemplares de más talla que lograron conseguir de los pequeños caballos tibetanos, y cada uno tomó los mínimos víveres para diez días, puesto que en aquel camino de comerciantes se alternaban con frecuencia las aldeas y postas de descanso y aprovisionamiento. El mayor peso que debíamos transportar correspondía a las armas, para las que destinamos dos caballos.
Ese mismo día salimos de Yushu, habiendo dormido por turnos sólo unas pocas horas. Al día siguiente vadeamos el Yang Tsé Kiang o Río Azul y dimos con la mejor carretera tras cuarenta días de viaje, imprimiendo a los caballos, a partir de ese momento, considerable velocidad.
Supongo que a un oficial experimentado como Karl Von Grossen no se le había escapado en Yushu que jamás alcanzaríamos a Schaeffer antes del lago Kyaring si éste nos llevaba diez días de ventaja. Indudablemente procuró complacer de la mejor manera posible mi deseo de rescatar con vida a Oskar Feil, quizás confiando secretamente en la probabilidad de que, por algún motivo imponderable, nuestros perseguidos se detuviesen más de la cuenta en algún punto de la ruta. Pero tal cosa no ocurrió y ellos conservaron la delantera el tiempo suficiente para arribar al Ashram Jafran, entregar a Oskar Feil, y partir nuevamente rumbo al lago Kuku Noor.
Cuando el camino Chang-Lam cruza el Hoang-Ho, o Río Amarillo, que forma sucesivamente los lagos Kyaring y Ngoring, dista sólo unos 20 km. de la orilla Oeste del primero. Junto a ese puente encontramos a un hombre que llamó inmediatamente la atención de los monjes kâulikas: se trataba de uno de los espías que el Círculo Kâula había infiltrado en la expedición de Schaeffer y que acababa de fugar de una muerte segura a manos de los duskhas. Por él nos enteramos que los alemanes se habían ido del Ashram tres días antes, guiados por el Maestro Djual Khul, miembro jerárquico de la Fraternidad Blanca, quien los conduciría hasta la Puerta de Shambalá de Kuku Noor.
De acuerdo al relato del valeroso tibetano, Ernst Schaeffer envió de avanzada a Oskar Feil, a fin de que explorase la región del Ashram Jafran. No bien hubo salido, fue capturado por los duskhas, que lo confinaron en un Templo dedicado al Culto de Rigden Jyepo, donde sería sacrificado recién cuatro días después, cuando la luna hiciese su transición al cuarto menguante. ¡ Oskar aún se hallaba con vida! De forma inesperada disponíamos ahora de un precioso lapso de tiempo para estudiar el rescate.
Naturalmente que todo había sido planeado por Schaeffer en combinación con los duskhas: para evitar el compromiso de entregar abiertamente a Oskar lo hizo caer en una infame trampa, de tal efecto que éste ignoraba, hasta el momento, que fuese traicionado por su Jefe. Pero no sería a Oskar a quien pretendía engañar Ernst Schaeffer, ya que moriría de todos modos, sino a algunos oficiales alemanes que evidentemente desconocían sus planes. ¡ El canalla se aseguraba así una brillante coartada, ya que los mismos informarían a su regreso a Alemania que“ el Kamerad Oskar Feil había desaparecido en acción”, en el curso de la Operación Altwesten
Esto fue lo que acortó la estadía de la expedición en el Ashram, pues Schaeffer no quería correr el riesgo de que los engañados fuesen a descubrir por casualidad que Oskar estaba prisionero de los duskhas. Precisamente, con la complicidad de los duskhas, que se prestaron hipócritamente a la farsa, dieciocho de sus Camaradas batieron palmo a palmo toda la zona
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