El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 260
¨El Misterio de Belicena Villca¨
A primera hora de la mañana, cuando Shamash, el Sol, recién había despertado, los
tambores y las flautas ya estaban electrizando el aire con su ritmo monótono y ululante. En las
distintas terrazas de la Torre las Iniciadas danzaban desenfrenadamente mientras repetían sin
cesar Kus, Kus, invocando al Dios de la Raza. Los Hierofantes, en número de cincuenta,
oficiaban los ritos previos a la batalla instalados en torno al enorme mandala laberíntico
construido en el piso de la torrecilla superior con mosaicos de lapislázuli, réplica exacta del
laberinto de la base del Zigurat. En todo el recinto predominaba el color azul destacándose con
un intenso y titilante brillo la gran Esmeralda verde consagrada al Espíritu de Venus, la Diosa
que los semitas llamaban Ishtar y los sumerios Imnina o Ninharsag.
Mientras los Hierofantes permanecían bajo el techo de la torrecilla superior, afuera, en los
pasillos laterales el Rey Nimrod y sus doscientos arqueros se preparaban para morir.
El clímax bélico iba “in crescendo” a medida que pasaban las horas. Cerca del medio día
podía observarse un vapor ectoplasmático color ceniza que se colaba por las columnas de la
torrecilla superior y giraba lánguidamente alrededor de éste, envolviendo en sus caprichosas
volutas a los imperturbables guerreros. Dentro de la torrecilla, el vapor cubría la totalidad del
recinto pero no sobrepasaba la cintura del más alto de los Hierofantes.
La muchedumbre que permanecía petrificada observando la cúspide de la enorme Torre
asistió de pronto, atónita, a un fenómeno de corporización del vapor. Al principio, sólo algunos
lo advirtieron, pero ahora era visible para todos: la nube adoptaba formas definidas que
permanecían un momento para disolverse y volverse a corporizar nuevamente. El “motivo”
principal de los misteriosos relieves del vapor lo constituían fundamentalmente figuras de
“Ángeles”. Ángeles o Dioses; pero también Diosas y niños. Y animales: caballos, leones,
águilas, perros, etc. Y carros de guerra. Era todo un Ejército Celeste el que se materializaba en
la nube vaporosa y giraba lentamente alrededor de la torrecilla. Y al pasar los carros de
combate, tirados por briosos corceles alados, los Ángeles Guerreros alentaban claramente a
Nimrod. También lo hacían las mujeres, pero conviene que nos detengamos un instante en
Ellas porque la sola contemplación de su belleza hiperbórea basta para iluminar el corazón del
hombre más pasivo y arrancarlo de las garras del Engaño.