El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 185

¨El Misterio de Belicena Villca¨ Papa que es nuestra convicción que sólo al Rey corresponde mandar en el Reino. Que Nos somos el Rey de Francia y no reconocemos competencia de nadie por arriba nuestro para intervenir en los asuntos del Reino. Que el Rey de Inglaterra y el Conde de Flandes son vasallos del Rey de Francia y que Nos no aceptamos otro consejo que la Voz del Honor para tratar a nuestros súbditos”. La bula fue leída, pero Felipe no respondió hasta Junio de 1298, cuando la suerte de las armas le era adversa ante las fuerzas unidas de Inglaterra y Flandes. Entonces aceptó el arbitraje de Bonifacio VIII pero no en calidad de Papa, sino sólo como “Benedicto Gaetani”: de esta manera evitaba admitir la jurisdicción papal en las cuestiones del Reino. A todo esto, la polémica sobre la legitimidad de Bonifacio VIII continuaba más viva que nunca. En Francia, los Señores del Perro se encargaban de actualizar el debate, mientras que en Italia la agitación corría por cuenta de los Colonna: la preferencia por Bonifacio VIII o Celestino V se había transformado allí en sinónimo de güelfo o gibelino. Los Colonna, recibiendo ayuda secreta de Felipe IV, y aliados ahora al Rey Fadrique de Sicilia, hijo de Pedro III de Aragón y Constanza de Suabia, se presentaban en la óptica del Papa como los candidatos más firmes para una vendetta Golen. Sólo necesitaban una oportunidad, y ésta se presentó cuando el encono de Esteban Colonna lo llevó a asaltar una caravana papal que transportaba el tesoro pontificio desde Anagni a Roma. Esteban Sciarra Colonna no había obrado con intención de robo sino con la certeza de rescatar los bienes de la Iglesia que estaban en poder de un usurpador; por eso condujo el tesoro a la luz del día a su Castillo de Palestrina. El escarmiento que Bonifacio VIII aplicaría a los Colonna, y a los gibelinos, sería ejemplar, aunque característico de la mentalidad Golen. Primero presentó al pueblo de Roma el acto de Sciarra Colonna como un crimen incalificable, por el que responsabilizó a toda su Estirpe: –“El Cardenal Pedro es el Jefe de los gibelinos y tanto él como el Cardenal Jacobo fueron los culpables de que la elección papal se retrasara dos años en Perusa. Ahora, otro miembro de esa familia osa alzarse contra la autoridad del Papa, la más elevada del Universo, y se atreve a robar su tesoro: ese linaje maldito debe ser proscripto de la Iglesia”. En vano fue que los Cardenales Colonna proclamasen la ilegalidad de Bonifacio VIII, que aportasen en favor de sus acusaciones las dudas que la Universidad de París sostenía