EL LLANO EN LLAMAS el-llano-en-llamas-de-juan-rulfo | Page 74
empujándolo entre los dos, pensando acabar con él para siempre. Eso
hicimos.
La idea de ir a Talpa salió de mi hermano Tanilo. A él se le ocurrió
primero que a nadie. Desde hacía años que estaba pidiendo que lo
llevaran. Desde hacía años. Desde aquel día en que amaneció con unas
ampollas moradas repartidas en los brazos y las piernas. Cuando
después las ampollas se le convirtieron en llagas por donde no salía
nada de sangre y sí una cosa amarilla como goma de copal que
destilaba agua espesa. Desde entonces me acuerdo muy bien que nos
dijo cuánto miedo sentía de no tener ya remedio. Para eso quería ir a
ver a la Virgen de Talpa; para que Ella con su mirada le curara sus
llagas. Aunque sabía que Talpa estaba lejos y que tendríamos que
caminar mucho debajo del sol de los días y del frío de las noches de
marzo, así y todo quería ir. La Virgencita le daría el remedio para
aliviarse de aquellas cosas que nunca se secaban. Ella sabía hacer eso:
lavar las cosas, ponerlo todo nuevo de nueva cuenta como un campo
recién llovido. Ya allí, frente a Ella, se acabarían sus males; nada le
dolería ni le volvería a doler más. Eso pensaba él.
Y de eso nos agarramos Natalia y yo para llevarlo. Yo tenía que
acompañar a Tanilo porque era mi hermano. Natalia tendría que ir
también, de todos modos, porque era su mujer. Tenía que ayudarlo
llevándolo del brazo, sopesándolo a la ida y tal vez a la vuelta sobre sus
hombros, mientras él arrastrara su esperanza.,
Yo ya sabía desde antes lo que había dentro de Natalia. Conocía
algo de ella. Sabía, por ejemplo, que sus piernas redondas, duras y
calientes como piedras al sol del mediodía, estaban so las desde hacía
tiempo. Ya conocía yo eso. Habíamos estado juntos muchas veces; pero
siempre la sombra de Tanilo nos separaba: sentíamos que sus manos
ampolladas se metían entre nosotros y se llevaban a Natalia para que lo
siguiera cuidando. Y así sería siempre mientras él estuviera vivo.
Yo sé ahora que Natalia está arrepentida de lo que pasó. Y yo
también lo estoy; pero eso no nos salvará del remordimiento ni nos dará
ninguna paz ya nunca. No podrá tranquilizarnos saber que Tanilo se
hubiera muerto de todos modos porque ya le tocaba, y que de nada
había servido ir a Talpa, tan allá, tan lejos; pues casi es seguro de que
se hubiera muerto igual allá que aquí, o quizás tantito después aquí que
allá, porque todo lo que se mortificó por el camino, y la sangre que
perdió de más, y el coraje y todo, todas esas cosas juntas fueron las
que lo mataron más pronto. Lo malo está en que Natalia y yo lo
74