EL LLANO EN LLAMAS el-llano-en-llamas-de-juan-rulfo | Page 39
ha de haber venido dormida para dejarse matar así nomás por nomás. A
mí muchas veces me tocó despertarla cuando le abría la puerta del
corral porque si no, de su cuenta, allí se hubiera estado el día entero
con los ojos cerrados, bien quieta y suspirando, como se oye suspirar a
las vacas cuando duermen.
Y aquí ha de haber sucedido eso de que se durmió. Tal vez se le
ocurrió despertar al sentir que el agua pesada le golpeaba las costillas.
Tal vez entonces se asustó y trató de regresar; pero al volverse se
encontró entreverada y acalambrada entre aquella agua negra y dura
como tierra corrediza. Tal vez bramó pidiendo que le ayudaran. Bramó
como sólo Dios sabe cómo.
Yo le pregunté a un señor que vio cuando la arrastraba el río si no
había visto también al becerrito que andaba con ella. Pero el hombre
dijo que no sabía si lo había visto. Sólo dijo que la vaca manchada pasó
patas arriba muy cerquita de donde él, estaba y que allí dio una
voltereta y luego no volvió a ver ni los cuernos ni las patas ni ninguna
señal de vaca. Por el río rodaban muchos troncos de árboles con todo y
raíces y él estaba muy ocupado en sacar leña, de modo que no podía
fijarse si eran animales o troncos los que arrastraba.
Nomás por eso, no sabemos si el becerro está vivo, o si se fue
detrás de su madre río abajo. Si así fue, que Dios los ampare a los dos.
La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda suceder el día
de mañana, ahora que mi hermana Tacha se quedó sin nada. Porque mi
papá con muchos trabajos había conseguido a la Serpentina, desde que
era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella
tuviera un capitalito y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis
otras dos hermanas, las más grandes.
Según mi papá, ellas se habían echado a perder porque éramos
muy pobres en mi casa y ellas eran muy retobadas. Desde chiquillas ya
eran rezongonas. Y tan luego que crecieron les dio por andar con
hombres de lo peor, que les enseñaron cosas malas. Ellas aprendieron
pronto y entendían muy bien los chiflidos, cuando las llamaban a altas
horas de la noche. Después salían hasta de día. Iban cada rato por agua
al río y a veces, cuando uno menos se lo esperaba, allí estaban en el
corral, revolcándose en el suelo, todas encueradas y cada una con un
hombre trepado encima.
Entonces mi papá las corrió a las dos. Primero les aguantó todo lo
que pudo; pero más tarde ya no pudo aguantarlas más y les dio carrera
para la calle. Ellas se fueron para Ayutla o no sé para dónde; pero
andan de pirujas.
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