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A NTONIO P INTO R ENEDO
y que crea adicción podría decirse que es una de las cosas
más perjudiciales en la historia de la humanidad, pero, cu-
riosamente, equiparable a otra lacra social, como es la falta
de libertad.
En realidad, lo correcto, si se quiere tener una vida sana,
es erradicar de los hábitos de vida el consumo de cualquiera
de estas sustancias estupefacientes, incluyendo el alcohol y
el tabaco, pues no por el hecho de ser estas dos sustancias
comunes y extendidas dejan de ser negativas para la socie-
dad, pues son ellas las que más muertos causan. Por ello, es
paradójico que algunos gobiernos digan que luchan con-
tra estos productos y, a la vez, financien su producción.
También resulta paradójica la política de condescen-
dencia de algunos gobiernos con quienes causan daños a
terceros en estado de embriaguez, puesto que esta política,
que considera atenuante en un juicio estar borracho du-
rante la comisión de un delito, lo único que hace es, por un
lado, proteger el consumo de alcohol y, por el otro, pro-
voca indefensión en las victimas. Esta es una política cínica
y contradictoria que no contribuye a favorecer en la socie-
dad hábitos de vida sanos. También es un error trivializar
y desviar el problema afirmando que simplemente es una
enfermedad, pues para poder consumir alcohol es necesa-
rio tener la intención consciente de hacerlo y la adición
solo se produce con el tiempo, tras el mantenimiento de
este hábito de manera continuada. Por lo tanto, primero es
el vicio en el consumo de las drogas y solo después viene la
adición, y este estado de adición también puede ser erradi-
cado con una actitud firme de quien lo padece, sobre todo
si pide ayuda. Hay que tener en cuenta que quien comete
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