El libro de la verdad y de la vida El libro de la verdad y de la vida | Page 27

A NTONIO P INTO R ENEDO mitido ganar tiempo y consolidar sus posiciones en el con- trol de Europa. Hay que tener en cuenta que, aunque los aliados hubieran querido continuar la guerra, Rusia to- davía no estaba en guerra con Alemania y le habría podido prestar apoyo en petróleo y provisiones, pero los nazis eran unos individuos déspotas, incapaces de entender el signifi- cado de la palabra moderación, y la invasión de Rusia de- mostró su afán de poder ilimitado, pero también su profunda falta de juicio, por ello no sería justo responsabilizar a los nazis de las victorias militares anteriores, sino al alto nivel tecnológico e industrial de Alemania. Pero Hitler no fue el único líder político que, a lo largo de la historia, demostró poco aprecio por la vida de sus pro- pios hombres, pues antes que él, Napoleón y Alejandro Magno demostraron que, tras una guerra inútil, siempre había otra, como si nunca pudieran terminar. Un ejemplo de ello fue la purga que Alejandro Magno hizo entre sus hombres cuando él les manifestó su deseo de conquistar la India y ellos protestaron pidiendo el regreso a Macedonia. Esta campaña más parecía un viaje de turismo que otra cosa, pero a costa del derramamiento de la sangre de sus propios hombres. Sin embargo, afirmar que todo lo que caracterizaba a los nazis era forzosamente erróneo sería faltar a la verdad, pues no existe ninguna persona o grupo político que todos sus postulados o principios ideológicos sean absolutamente ciertos o falsos, pues pensar así resulta muy poco juicioso. En mi opinión, la actitud de los nazis en pro de defen- der una integridad racial no era necesariamente errónea, pues la raza, como ya expliqué, forma parte de nuestro pro- 27