El libro de la verdad y de la vida El libro de la verdad y de la vida | Page 23

A NTONIO P INTO R ENEDO del perdedor, es decir, las verdades que pudieran defen- derse por el otro bando. La propia brutalidad de la guerra provoca que, una vez terminada, sea un tema tabú entrar a dilucidar si este tema o el otro pudiera ser correcto en los postulados del bando perdedor, pero el hombre im- parcial tiene que saber distinguir las cosas sin que ello implique la condescendencia con las actividades indignas de uno u otro bando. Un ejemplo claro de ello es el hecho de que, cuando ter- minó la segunda guerra mundial, los norteamericanos ma- nifestaron al mundo su absoluto rechazo al trato criminal y a la política de exterminio que los alemanes tuvieron con los judíos, pero, sin embargo, esos mismos norteamericanos habían protagonizado un hecho semejante con los nativos indios un siglo antes hasta su exterminio casi total, y no solo no se daban signos de arrepentimiento sobre este hecho, sino que era común justificar estos actos a través de medios como el cine sin despertar por ello ningún tipo de reacción social, excepto casos aislados. Es decir, que si los alemanes hubieran ganado la guerra veríamos películas en las que estos nos mostrarían cómo acaban con los “malvados judíos”; pero como la per- dieron, los norteamericanos nos muestran en sus filmes cómo masacran a los “malvados indios” que lo único que intentan es proteger sus tierras y su independencia de los invasores blancos. Esto demuestra que parece tener más importancia co- mo se plantean los hechos históricos que cuáles fueron verdaderamente, si primero se presenta a la víctima a la que se pretende masacrar como indigna y se la deshuma- 23