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A NTONIO P INTO R ENEDO
vocaría, pues, a través de la defensa propia, hallaría casti-
go a su actitud antisocial. Solo unos principios basados
fundamentalmente en la justicia pueden hacer que una
persona o una sociedad progresen.
Dicho esto, quisiera aclarar que, desde mi punto de vis-
ta, la mejor opción es defender la justicia total como modo
de conducta cívica, porque es la que realiza más comple-
ta- mente a la persona y los otros comentarios persiguen
únicamente hacer entender los diferentes enfoques que
sobre esta temática pueden surgir. En cualquier caso, to-
das las opiniones deben ser respetadas siempre y cuando
se planteen de una manera pacífica.
El hecho de que la sociedad del futuro pudiera llegar a
considerar que la defensa de una conducta justa sin excep-
ciones pudiera no ser lo más adecuado, no significa que,
por ello, esa sociedad deje de necesitar una escala de valo-
res que considere la justicia como norma básica, pues se-
guiría existiendo la defensa propia como principal impulsor
de la justica. Por lo tanto, la justicia como norma básica de
la conducta moral sería siempre necesaria, tanto si es total
como si no.
Por lo tanto, la clave está en rechazar los comporta-
mientos despóticos y mezquinos como parte de nuestro ser,
ya que estos comportamientos se derivan de considerar el
mal como elemento representativo y fundamental del ca-
rácter y aquellas personas que así actúan están destinadas a
ser infelices y sentirse siempre insatisfechas. Esto es debido
a que adoptan una personalidad invertida al modelo de
conducta moral que mejor les podría garantizar una vida
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