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E L LIBRO DE LA VERDAD Y DE LA VIDA
También quisiera subrayar que no considero la pena de
muerte como una solución necesaria cuando los mecanis-
mos económicos de una sociedad marchan bien o no exis-
ten problemas de fuerza mayor, como pueda ser una guerra.
Sin embargo, también hay que decir que cuando un
preso condenado a cadena perpetua mostrase su deseo a
morir de forma voluntaria y se pudiera demostrar que no
ha habido coacción en ello, el Estado tampoco tendría nin-
guna razón para impedírselo. En tal caso, se le podrían ofre-
cer los medios para que esto ocurriese de forma transparente
e indolora.
Hay que tener en cuenta que una sociedad que se pre-
cie no puede dejar los cabos sueltos en estos temas y el men-
saje que el Estado tiene que transmitir a los ciudadanos es
que los crímenes tienen que tener su castigo, especialmente
las violaciones o los asesinatos en serie. Por supuesto, todos
los presos se beneficiarían de las políticas de reducción de
condena por buena conducta u otras causas, pero estos be-
neficios no podrían suponer una reducción mayor al veinte
por ciento de la condena total, por lo que presos, como los
asesinos en serie, condenados a penas elevadas no podrían
volver a salir de la cárcel, lo cual es lógico si se quiere hacer
justicia con sus víctimas.
En cuanto a los permisos penitenciarios, ese es otro
ejemplo de distanciamiento entre los políticos y la socie-
dad, porque solo se deben de dar a los presos que estén a
punto de cumplir sus condenas, pues no se trata de traba-
jadores que regresen a su casas los fines de semana, sino de
delincuentes que están en la cárcel porque no están en con-
diciones de encontrarse en libertad.
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