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A NTONIO P INTO R ENEDO
fronteras corre el riesgo de repetir el desastre que sufrieron
los romanos cuando, al final de su imperio, por querer ayu-
dar a algunas tribus oprimidas pero atrasadas, les dejaron
cruzar la frontera y luego estas se levantaron en armas con-
tra el estado, causando graves estragos. Esto podría suce-
der en occidente si esa política meramente especulativa de
condescendencia con la inmigración ilegal no cesa.
UNA FRONTERA ESTABLE
La única forma de conseguir que la sociedad y la cultu-
ra europeas se mantengan de forma estable sería que sus
fronteras tuvieran una delimitación clara en la que los
afanes de tipo expansionista de algunos no atentaran con
la idea de crear una sociedad unida en base a unos valores
y una cultura comunes. Por ello, sería conveniente que no
se aceptasen en el interior de la comunidad europea esta-
dos que no compartiesen estos valores; es decir, que sería
lo más correcto que los territorios incluidos en esta co-
munidad de estados no fuesen por el sur más allá de Gi-
braltar, Creta o el estrecho del Bósforo, y por el este ter-
minaría en la frontera con Rusia, y esta a su vez podría
crear otra comunidad de estados semejante con los países
ex soviéticos; de lo contrario, se corre el riesgo de perder-
se los valores propios de la cultura europea.
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